Compartir fotos en las que te veas atractiv@ puede acabar con tus sueños. Esto es lo que le ocurrió el año pasado a una exjugadora de voleibol de la Universidad de Cincinnati, Shalom Ifeanyi, al ser expulsada del equipo por publicar fotos que, según su entrenadora, Molly Alvey, eran "demasiado sexis". Así lo denunció Shalom, de 19 años, en una demanda que ha presentado contra la universidad y la entrenadora alegando que había sido víctima de discriminación racial y sexual, ya que considera que todo se debe que ella no corresponde a la "típica imagen" de una jugadora de voleibol. Pero en realidad, en su cuenta de Instagram no hay nada que debería ofender ninguna sensibilidad, solo se ve a una mujer que se quiere tal y como es.
Según indicó la joven en la demanda a partir de los mensajes de texto que habían intercambiado, antes de ser expulsada del equipo que tanto quería, su entrenadora le pidió que borrara las fotos que, en su opinión, "no eran apropiadas" a lo que Shalom respondió que con esa petición hacía que indicó. Después defendió, según indicó, que tiene todo el derecho a sentirse guapa: "No puedo hacer que desaparezcan. En estas fotos me acabo de peinar y realmente me gustaba mi maquillaje y pensaba que las fotos eran bonitas".
Estas palabras nos recuerdan, a diferencia de lo que hemos visto a lo largo de los años, que en estos casos el problema únicamente lo tiene el que sexualiza a una persona solo porque aparece guapa, bella, sexy o como queramos llamarle. Y, como es comprensible, eso hizo que la joven sintiera que estaba "siendo sexualizada". "Hay una historia de mujeres negras debido a que sus cuerpos están siendo sexualizados y eso es lo que parece estar sucediéndome. No puedo evitar la forma en la que estoy hecha. No estoy tratando de discutir, solo siento que tengo que tener el pecho plano o ser realmente delgada para poder publicar", dijo Shalom en la misma denuncia.
A pesar de que en ningún momento consideró que estuviese recibiendo un trato justo, la joven acabó borrando las fotos con la esperanza de que podría seguir demostrando su habilidad en la red. Se había resignado a que coartaran su libertad personal, pero cuando fue expulsada del equipo el verano de 2017, se percató de que aquello no había servido de nada. Simplemente, la querían fuera.
Ahora, que es estudiante de la Universidad de Oregon, pretende que su antigua universidad la compense por los daños sufridos. Aunque, por el momento, no se está mostrando muy receptiva a dialogar, ya que ni siquiera le ha ofrecido la posibilidad de apelar la expulsión, de acuerdo con la demanda. Sin embargo, lo que a la facultad parece no importarle es que las directrices de transferencia de la NCAA prohíben a Shalom jugar con el equipo de otra universidad durante la temporada 2018-2019. Así que, según añade en la denuncia, por culpa de que su entrenadora la sexualizó este curso se quedará sin las becas deportivas que le ayudaban a pagar la matrícula.