*Fotograma del documental Summoning the Recluse.
Seguro que más de una vez has tenido la sensación de que el mundo se ha vuelto loco - o ya lo era - y te gustaría poder frenarlo para que te diera un respiro. Pues muchos jóvenes chinos sufren tienen ese sentimiento de una forma aún más intensa y desconcertante. Su país ha cambiado radicalmente en muy pocos años y la manera en como vivían sus padres o sus abuelos ya tiene muy poco que ver con la suya.
El capitalismo ha propiciado un crecimiento salvaje de la clase media urbana y también de sus ganas de comprar y estar a la última. Por eso, cada vez más jóvenes chinos han decidido dejar sus ciudades e irse a vivir a la montaña, como ermitaños, lejos del bullicio, emulando lo que habían hecho sus ancestros durante mucho tiempo. Han tomado las riendas y elegido tomarse las cosas con más calma y recuperar el sentido de su existencia sin que el materialismo lo impregne todo.

El documental Summoning the Recluse, de documental, plasma bien esta opción de vida. Este fenómeno lo componen jóvenes a los que el comunismo férreo de la Revolución Cultural china -iniciada en los 60-, les queda muy lejos y han crecido entre dos mundos. Viven en una sociedad que no es del todo capitalista, ni del todo comunista, recibido una educación que no es ni completamente occidental, ni completamente oriental y asisten y contribuyen al crecimiento desorbitado de las ciudades -donde ya viven documental de 600 millones de personas- y a la metamorfosis de su composición.

Con esos cambios a marchas forzadas, las tradiciones rurales se van perdiendo, la tecnología les inunda y el aumento de su poder adquisitivo les permite abrazar el consumismo. Además, hay que tener en cuenta que el boom económico de la China de hace unos años se ha ralentizado, el paro juvenil ha ido aumentando y ahora se sitúa alrededor de un 10,5%, según datos del Banco Mundial. Ya no todo es tan bonito como parecía y es complicado saber encajar todo eso sin sentirte perdido.
Frente a todo esto, la vida en la montaña puede ser una solución. Es más sencilla y auténtica, aunque al principio pueda resultar más dura. Sobreviven con lo básico y eso les permite descubrir las cosas importantes que no están ligadas al materialismo. Reencontrarse con la naturaleza -tan alejada de las grandes urbes- y seguir los caminos que habían seguido muchos de sus antepasados, viviendo en el budismo, el taoísmo o el confucionismo.

Su alimentación se basa en lo que cultivan. Ducharse es algo poco frecuente, porque no suelen disponer de esas comodidades en las cabañas donde viven, aunque es cierto que las condiciones no son tan duras como las de los antiguos taoístas o los llamados santos de las montañas. De hecho, aquellos anacoretas de antaño que vivían aislados en la naturaleza eran considerados unos grandes sabios y consultados muchas veces por los gobiernos chinos. Algo que se dejó de hacer con la llegada del comunismo, en 1949.
Ahora, los chinos de la generación milenial están queriendo recuperar esa tradición, reencontrarse con ella -aunque con algunos privilegios de la actualidad- y recuperar lo espiritual que radica en su cultura a la vez que cogen aire, dejan atrás la asfixia diaria de las ciudades y encuentran su lugar en el mundo y el sentido de sus vidas.