Lo a gusto se queda uno después de unas cañas con los compañeros del trabajo difamando cruelmente a su jefe. Porque se lo merece: es un incompetente, nadie entiende cómo ha llegado a ese despacho y, encima, oculta su incapacidad tras una máscara despótica. Y por eso merece ser el blanco de todos nuestros insultos. Pero no todos son bichos malos. También hay líderes motivadores, responsables, que espolean tus capacidades, que valoran tus iniciativas y que te contagian su amor por el trabajo. Este artículo va por vosotros, por los buenos jefes.
No es sencillo, pero se puede; ¿cómo debe ser un buen jefe? La revista Forbes publicó una recopilación de las características ideales de un líder, y estas son algunas de las más importantes.
- Siempre debe estar abierto a la comunicación con el trabajador
- Anima a los empleados y busca siempre potenciar sus habilidades
- No le asustan los cambios siempre que sean positivos para la empresa
- Fomenta el trabajo en equipo y la cooperación
Abraham Lincoln dijo: “casi todos los hombres pueden soportar la autoridad pero, si desea poner a prueba el carácter de un hombre, dele poder”. Es la prueba de fuego. Y, tristemente, el resultado no suele ser positivo. Resulta infinitamente más fácil dar con un jefe capullo que con uno motivador, porque es más sencillo corromperse y creerse Dios sentado en un sillón de polipiel que seguir siendo consciente de que un equipo cohesionado y motivado es más productivo que uno enfrentado y apático.
En esa línea está encaminado el libro Los buenos jefes, del especialista en psicología social Rafael González Fernández. Defiende en sus páginas que los buenos líderes son capaces de establecer metas, de permanecer atentos a las necesidades de sus subordinados y de afrontar los cambios de manera valiente y optimista. Pero, sobre todo, lo que un bien jefe debe ser capaz de hacer es sacar lo mejor de sus trabajadores, tal y como establece el estudio Los buenos jefes, del U.S. National Bureau of Economic Research NBER.
Y todo lo demás, malo. Malo, y también contraproducente. Tener a un jefe psicópata, perturbado o dictador no hace sino contribuir a que, a la larga, tires la toalla y dejes de implicarte en tu trabajo. Esa fue la conclusión de un estudio de la Universidad de Florida, que descubrió que los empleados con líderes maltratadores bajaban su ritmo de trabajo un 30% frente al 6% de los que tenían jefes motivadores, no se esforzaban al máximo un 33% frente al 9% y eran más propensos a solicitar bajas a pesar de no estar enfermos un 29% frente al 4%.

Peor para ellos. Pero, ¿cómo no se dan cuenta?, ¿no ven que ellos también salen perjudicados? Parece ser que no, tal y como explica el periodista Chetan Dhruve en su libro Por qué los jefes son dictadores, en el que analiza el mundo laboral partiendo de la base de que toda persona a la que se le otorga cierto poder, tiene muchas posibilidades de terminar convirtiéndose en un tirano bien por querer ocultar deficiencias o inseguridades o, simplemente, por el placer de sentirse importante.
Muchos estudios científicos y mucha literatura para constatar una realidad: hay mucho incompetente ocupando puestos de responsabilidad. Pero también para darnos cuenta de otra: debemos estar eternamente agradecidos al cosmos si hemos caído en una empresa en la que el jefe, el líder, es consciente de que trabajando en equipo, prestando apoyo y siendo accesible y comunicativo conseguirá que no solo no odiemos trabajar, sino que nos encante.