Cuando era niño a veces tenía que salir antes del colegio porque en casa tocaba comida con invitados. No invitados cualquiera, sino gente como Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Helmut Schmidt.
Creció y a los 23 se tatuó un planeta tierra en el hombro izquierdo, se licenció en Literatura Inglesa y en Ingeniería y fumó algún que otro porro. Le cogió el gusto al boxeo, fue portero de discoteca, actor y profesor de secundaria.
Siguió creciendo y a los 40 años convirtió el tatuaje del hombro en un cuervo de Haida alrededor del planeta Tierra que ya tenía. Se lo diseñó Robert Davidson, uno de los artistas contemporáneos más importantes de la región indígena de la costa noroeste del Pacífico. A esa edad ya era diputado en el Parlamento y fue cuando fumó su último porro o eso dice.

Pero su gran año fue el 2015. Empezó la campaña electoral en Canadá y casi nadie daba un duro por él. Iba en tercera posición en las encuestas y además de ser muy joven para la política -43 años- tenía que conseguir resucitar a su partido, que se había hundido a fondo en las últimas elecciones. Si hubiera sido una carrera de caballos y alguien hubiera apostado por él, seguramente se habría forrado, porque reventó expectativas. No sólo ganó las elecciones y acabó con casi 10 años de gobierno conservador, sino que lo hizo a lo grande, con mayoría absoluta.
Así es como Justin Trudeau se convirtió en Primer Ministro de Canadá.
Su padre, Pierre Trudeau, también lo fue y además durante casi 15 años, aunque debe de ser de las pocas cosas que tienen en común. Justin da la imagen de buen marido y buen padre, Pierre en cambio era bastante golfo. Hasta se dice que en algunos actos públicos desaparecía de golpe unos minutos para irse a la habitación más cercana donde la amante de turno le estaba esperando.
Su ex mujer, Margaret Sinclair, la madre de Justin, tampoco se queda corta. Según cuenta Keith Richards, mítico Rolling, cuando Margaret aún estaba con Pierre Trudeau, tuvo un lío con Mick Jagger y cuando ya estaba separada, otro con el guitarrista Ron Wood. También se lo montó en el asiento trasero de un Mercedes con Jack Nicholson y la lista sigue con bastantes nombres más. Era una hippy de los 60, de buena familia, que siendo ya primera dama fumaba porros sin cortarse un pelo en actos públicos y en la residencia oficial y provocaba siempre que podía.
Con unos padres así, aunque Justin sea ‘el chico guapo y excéntrico’ de la política, debe de ser ‘el chico guapo y bueno’ de la familia.

Dicho y hecho
Volviendo a su gran victoria electoral, ¿qué ha venido después? Pues teniendo en cuenta que entre sus posturas políticas está legalizar la marihuana, que es feminista, activista medioambiental y pro-LGTB -fue el segundo mandatario en todo el mundo en participar en una marcha del Orgullo Gay-, la cosa pinta bastante bien. De hecho existe una especie de barómetro en internet que va midiendo sus pasos: el TrudeauMetre. En los casi 190 días que lleva gobernando ya ha cumplido unas cuantas promesas electorales y ha puesto en marcha otras tantas.
Entre otras cosas, ha formado un Gabinete con el mismo número de mujeres que de hombres, ha alargado en seis meses las ayudas económicas para los que tienen que cuidar de familiares con una enfermedad grave, ha bajado los impuestos a la clase media del 22% al 20,5% y se los ha subido un 4% a los que ganan más de 200.000$, ha aumentado los fondos para investigación medioambiental y ha ido a recibir él mismo al aeropuerto a los primeros refugiados sirios que han llegado, que hasta ahora son 25.000 ¡ya quisiera España!.
Con todo este historial, sólo queda decir una cosa: ¡larga vida Justin!
Crédito de la imagen: Reuters.