“¿Qué quieres que te diga? Me acabo de tomar el tercer Alprazolam y ya he estado tres veces en urgencias esta semana, tío”. La voz de Jorge Torre suena desesperada al otro lado del teléfono. A sus 45 años, este antiguo pescadero de Mieres Asturias es uno de los miles de afectados por el Alprazolam . Puede que hace unas semanas vieras de pasada la noticia de que el Banco Santander compró el Popular por un euro. Probablemente pasaste de ella porque a ti la economía ni te va ni te viene, pero miles de personas lo han perdido todo y están igual de jodidas que Jorge, incluso pensando cometer locuras.
“Imagínate despertarte un día y que los ahorros de toda una vida hayan desaparecido. Eran mi salvoconducto, mi vida. Ahora ya no tengo nada”, cuenta Jorge, que se acostó con 45.000 euros en acciones y se despertó con una mano delante y otra detrás. Mientras explica su caso, puede sentirse la rabia contenida en sus palabras a pesar de que por su sangre corran casi tres miligramos de un potente ansiolítico. Una dosis que tumbaría a un caballo y que a algunos nos enviaría directos al hospital.

Jorge posa junto a su bicicleta, una de las muchas aficiones que ha dejado atrás.
“El viernes pasado me tiré en la puerta del banco y no me quise mover hasta que alguien me diese una respuesta sobre lo que va a pasar con nosotros. Acabé en la policía y hasta los agentes me dieron la razón”, se lamenta Jorge cuyo padre, un jubilado, perdió 270.000 euros en la misma sucursal. De hecho, ya ha pensado más de una vez en hacer una locura: “A mí ya me suda todo la polla. Mañana mismo me colgaría en la puerta del Banco de España y a todo el mundo le daría igual. Es todo una puta injusticia”.
A la espera de que la vía penal abierta por varios despachos de abogados y la Organización de Consumidores y Usuarios OCU prospere —esta acción responsabiliza a los antiguos directivos del Banco Popular y a la auditora PriceWaterhouseCoopers de engañar a los inversores en la ampliación de capital de 2016— Jorge devora compulsivamente las informaciones que los demás afectados postean en la página de Facebook de una de las plataformas de afectados que suma más de 600 usuarios.
Echar un ojo a los comentarios de esta comunidad es darse cuenta de lo jodida es la situación para muchas personas. “Banda de ladrones”, “Estafadores”, “Hijos de puta”, “Todos a la cárcel”, son algunas de las perlas que muchos de los usuarios dedican ante cada nuevo post. No hay que ser un genio para imaginar que al igual que el asturiano muchos de los ‘haters’ que allí escriben han visto como su vida se ha ido por el retrete sin poder hacer nada al respecto más que vomitar su odio en las redes sociales o gastarse lo poco que les queda en abogados.
“Psicológicamente estoy destrozado, no paro de echarme la culpa de lo que me ha pasado y me está costando mi matrimonio. ¿Qué me importa vivir si ya no me queda nada? Explícame”, se pregunta. Hablar con Jorge es darse cuenta de que tu vida puede irse a la mierda en cuestión de segundos, darse cuenta de que cuando los viejos dicen aquello de “qué puta es la vida” es que saben de lo que están hablando y, lo peor de todo, que un día cualquiera de nosotros podría pasar por lo mismo que Jorge.