“Si por cruzada entendemos la defensa de los cristianos perseguidos por los radicales islámicos, entonces, sí, soy un cruzado”. Con esta frase el español ‘Simón de Monfort’ justifica su decisión de dejar su vida atrás para empuñar un lanzacohetes RPG contra el autodenominado Estado Islámico o Daesh. Una declaración de principios de alguien que utiliza como pseudónimo de combate el nombre de un sanguinario cruzado de la Edad Media y cuyos relatos bélicos hacen las delicias de una creciente legión de seguidores en internet.
Desde una avanzadilla en la región de Medivan, a 14 kilómetros de Sinjar en Irak, este militante del partido neonazi Alianza Nacional y católico fervoroso nos explica cómo fue a parar a este rincón del mundo. Hace tres años, en ese mismo lugar, las tropas del Daesh perpetraron la sangrienta matanza de 5.000 yazidíes —minoría religiosa de la región kurda—, un evento que provocó una profunda indignación en Monfort, un veterano del ejercito español, que lo dejó todo para combatir “un genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías" con lo que él describe como "la complicidad de Occidente".
“No podía tolerar que por razones económicas, políticas y de expolio de un petróleo barato se haya permitido, financiado y apoyado a terroristas radicales islámicos. Me vi obligado a seguir mi conciencia antes que mis intereses y unirme a quienes defienden la libertad, la democracia y la supervivencia de las minorías perseguidas”, asegura el español que, paradojas de la vida, se unió a las filas Ejército de Resistencia de Sinjar YBS, por su acrónimo en kurdo, una milicia formada por yazidíes de abierta ideología marxista-leninista.
Para entender mejor ese ‘matrimonio de conveniencia’ entre combatientes europeos ultraconservadores como Monfort y grupos revolucionarios como el YBS, contactamos al investigador del departamento de War Studies en el Kings College de Londres, Gabriel Garroum. “Estos miembros de ultraderecha tienden a asociar la protección de los cristianos en Oriente Próximo, un hecho muy importante y legítimo a mi entender, con tintes de islamofobia muy importantes, algo inaceptable”, opina.
Como investigador español de raíces cristianas sirias, Garroum lamenta que el radicalismo religioso instalado en la región provoque un efecto llamada para los integrantes de grupos radicales en Europa. “Muchos de los extranjeros, principalmente europeos, que están combatiendo en las milicias de Sinjar defienden la tesis de que: o vamos a cargarnos a los terroristas a sus casas o después vendrán a las nuestras”, apunta el experto confirmando el discurso con tintos apocalípticos que también nos da Monfort.
Sin embargo, el español, que en algunas fotografías llega incluso a lucir la cruz de Santiago en su pecho como lo hacían los cruzados del Medievo, difiere de quienes tachan su ideología de islamófoba y reivindica que en el campo de batalla lucha "codo a codo con musulmanes". "He estado años ayudando a inmigrantes en Tánger y nunca pregunté sí eran cristianos o musulmanes para ayudarles", recalca Monfort que, eso sí, no duda en oponerse frontalmente a que la línea dura del Islam se introduzca en Europa.
De hecho, su discurso de fondo recuerda profundamente a las consignas xenofóbas que han encumbrado en Francia a Marie Le Pen e, incluso, remite a viejas expresiones de la extrema derecha española cuando se hablaba de una ‘cruzada nacional’ contra los comunistas en tiempos de la Guerra Civil. En opinión de Monfort, “una Europa cada vez más islámica, envejecida y carente de valores sucumbirá ante la Fuerza del Islam” y para evitarlo “habrá que coger el toro por los cuernos”, es decir, atacar a los radicales en Oriente Medio.
El caso es que este mediático ‘cruzado’ no es el único que subraya la máxima de ‘acabemos con ellos antes de que acaben con nosotros’. En internet, la página Apoyo Voluntarios Españoles contra DAESH suma a estas alturas casi 24.000 seguidores. Su administrador, Jesús Muñoz, quien nos ha puesto en contacto con Simón de Monfort, confirma que “cientos de españoles y también muchos iberoamericanos y de otros países, se han interesado a través de mensajes privados y públicos por combatir contra el Daesh”.
Según Muñoz, que a su vez es responsable de comunicación de la organización falangista Sindicato Trabajadores Nacional Sindicalistas TNS, “son miles las personas que escriben en la página, ya que se permiten todo tipo de comentarios, y entre los que lo hacen hay todo tipo de ideologías, creencias, posicionamientos políticos, religiosos y sociales”. No obstante, basta echar una ojeada a los comentarios xenófobos que inundan la publicación para darse cuenta que la inmensa mayoría simpatizan con el ideario de la extrema derecha.
Tras reconocer que “algunos de los voluntarios que han intentado viajar a la zona han tenido problemas con la Justicia”, se reafirma en su labor de divulgación y argumenta: “no estamos haciendo nada ilegal, solo damos información real de la guerra y mostramos apoyo a los combatientes, creemos que es una causa justa y necesaria la de los voluntarios y colaboramos con ella, pero sabemos que no siempre lo justo está bien visto por la Justicia, aún así, no tenemos miedo a represalias”.
Sin embargo, resulta probable que la participación de Monfort y otros españoles en el conflicto acabe por valerles una acusación de tenencia ilícita de armas y pertenencia a banda armada a su regreso a España —como sucedió con los militantes de extrema izquierda que lucharon en Ucrania y que fueron detenidos en la Operación Danko— a pesar de que las YBS no se encuentren incluidas en el listado internacional de organizaciones terroristas.
“Ya ocurrió con otros milicianos que se unieron a las Fuerzas Democráticas Sirias FDS en el norte, con movimientos kurdos, etc. Tuvieron problemas legales a su regreso a España”, subraya el experto Gabriel Garroum. Por su parte, Monfort, que reconoce abiertamente su temor de regresar al país, continúa convencido del valor de su actividad en defensa de los cristianos y contra el Estado Islámico a pesar de que hasta el propio Papa Francisco ha rechazado abiertamente hablar de ‘cruzada’.
Convencido al 100% de que la expulsión del Estado Islámico en Mosul y de Raqa se producirá en cuestión de semanas, Monfort, sin embargo, no es especialmente optimista sobre la herencia que el Estado Islámico dejará en los territorios en los que un día extendió su dominio: “Acabaremos con ellos no con el radicalismo islámico tan arraigado en la región y con ansias expansionistas. Antes fue Al Qaeda, ahora Daesh y mañana tomará otros nombres, líderes y banderas”.
Otro tanto opina Jesús quien, además, aprovecha para reiterar que la ciudadanía española no es consciente de la magnitud del problema que, según él, está por venir. “Dicen que la primera víctima de una guerra es la verdad, pero en este conflicto mucho más, ya que no conviene a nadie que se sepa la dimensión de lo que ha ocurrido”, concluye a la vez que lanza una clara advertencia a quienes no comparten su visión catastrofista del futuro de Europa: “Esto no ha hecho más que empezar”.
Tras escuchar sus argumentos cualquiera diría que estamos al borde de una Tercera Guerra Mundial. “Este discurso trascendental en el que se te explica que derrotar a esta gente es asegurar la supervivencia del modelo cultural europeo no es más que publicidad por parte de una determinada ideología”, concluye con rotundidad el experto Gabriel Garroum, refiriéndose al argumentario de la extrema derecha.
Aunque nadie pueda negar la valentía de Monfort al dejarlo todo para luchar contra el Estado Islámico y prestarse a defender con su propia vida a las comunidades cristianas y yazidíes, es evidente que sus motivaciones personales e ideológicas están a años luz de quienes luchan junto a él. Plantear el conflicto en Oriente Medio como una batalla épica entre Oriente y Occidente como él hace, no solamente es una simplificación inaceptable para la mayoría de los expertos sino que, en realidad, alimenta ese mismo odio que él dice combatir.