Algunos tenían claro desde pequeños que se veían encarcelando mafiosos o desarticulando redes de extorsión, otros acabaron estudiando derecho por presiones paternas, pero muchos de ellos se encuentran hoy alternando el sofá con la cola del paro si se les ha olvidado pedir cita previa por internet. Pero, tal vez, no hayan dado con la especialidad de abogado del siglo XXI.
Hasta hace no demasiado tiempo, los elementos eran únicamente tres: tierra, mar y aire. Pero en unas pocas décadas hemos tenido que sumar otro: el ciberespacio. Un universo en el que no ha tardado en proliferar la delincuencia y que ha obligado a los que la persiguen a especializarse a toda velocidad.

¿Podemos hablar entonces de la figura del ciberabogado? Por supuesto que sí. “En un mundo sin fronteras como es el de la informática, el campo es infinito. Cada año, los legisladores detectan nuevos delitos, y es papel de los abogados el estudiarlos, conocerlos y adaptarse al nuevo panorama”, comenta José Carlos Vázquez, especialista en delitos cibernéticos e informáticos de tuabogadodefensor.com. “Normalmente, los abogados están bastante desligados del ámbito tecnológico, pero cada vez es más necesario que conozcan los medios con los que pueden contar porque, al final, terminan siendo ellos los que indican al juez la manera de proceder”.
Hoy no hace falta tener una pistola para delinquir. De hecho, todos tenemos en este momento un arma para hacerlo, ya sea el ordenador, la tablet o el teléfono en el que estás leyendo este artículo. Y delitos informáticos, cientos: desde el extremo más grave como los relacionados con la pornografía infantil o los sabotajes a grandes compañías, a los considerados ‘menores’, como las amenazas, los insultos o el bullying.
Hay mucho trabajo por hacer y, como dice José Carlos Vázquez, el catálogo de delitos informáticos es amplísimo. Tanto como los nuevos perfiles de delincuentes. Un trabajador que ha sido despedido de su empresa puede hackear o crackear los sistemas de seguridad y acceder a información confidencial, sabotear las redes de la compañía o provocar un desastre financiero alterando las bases internas para vengarse de sus jefes. Pero también un pringadillo de 16 años puede usurpar la identidad de un compañero de clase guaperas para ligar por internet. Entre los jóvenes, lo más habitual son casos de bullying o sexting: “aunque normalmente no llegan a tener un entidad muy importante, el daño sí puede ser muy serio. Hablamos de jóvenes que hacen públicas imágenes comprometidas o que insultan y amenazan a compañeros de clase. Y lo peor es que piensan que no pasa nada”, asegura Vázquez.

Y vaya que si pasa. En primer lugar, estos ciberdelincuentes hacen la vida imposible a sus víctimas. Pero en cuanto a las consecuencias, la básica es un multazo al que normalmente harán frente sus padres y, más allá de eso, podrán llegar a tener problemas incluso para viajar por el extranjero. Estados Unidos, por ejemplo, suele ser reticente a dejar entrar a personas con antecedentes. “Puede que, desde el punto de vista social, estos delitos no se consideren tan reprochables como otros, pero el resultado puede ser muy serio”, comenta Vázquez. Así que ojito.
Por eso, abogados que nos estéis leyendo, esta es una buena salida. La salida que pasa por completar el pensamiento jurídico tradicional con la nueva realidad, la del mundo digital, el punto de vista ‘ciber’. Con esa mirada renovada se podrán dar respuestas a los problemas del futuro, y esa es tarea para la generación milenial.