Los colombianos rechazaron ayer en referéndum el acuerdo de paz firmado entre el gobierno colombiano y la guerrilla terrorista de las FARC. Este ponía fin a 52 años de un conflicto que se ha cobrado la vida de 250.000 personas y ha desplazado a otros siete millones. El 50,2% de los 13 millones de colombianos que acudieron ayer a las urnas, menos del 40% de los que tenían derecho a voto pero más de los que se auguraban, optaron por el NO, que acabó la jornada con apenas 57.000 votos más que el SÍ al acuerdo.
Pero no nos confundamos. Los colombianos no han rechazado la paz, sino esta paz. El acuerdo, firmado en La Habana y auspiciados por Naciones Unidas, permitía a los rebeldes reinsertarse en la sociedad, formar un partido político para presentarse a las elecciones presidenciales de 2018 y evitar que sus crímenes fueran juzgados por el Código Penal tradicional colombiano, lo que daría lugar a una polémica amnistía.
Durante más de medio siglo las FARC, autodeclaradas marxistas, han asesinado, torturado y secuestrado a decenas de miles de personas, desde campesinos a líderes políticos. Y las heridas de la sociedad no están cerradas.
El expresidente Álvaro Uribe ha encabezado la campaña del NO denunciando que el acuerdo implica impunidad para los autores de crímenes atroces. Durante su presidencia 2002-2010 se impulsó la política Seguridad Democrática, que redobló la guerra contra las FARC armando a campesinos o pagando recompensas a desertores, entre otros métodos. Según su postura actual, el acuerdo de paz es renegociable, algo que hasta ayer el actual presidente Juan Manuel Santos y las FARC habían rechazado.
Santos decidió plantear el referéndum como un todo o nada: o este acuerdo o ninguno. Sin embargo, la victoria del NO, que ninguna encuesta previó, ha hecho que cambie de opinión. Ya ha afirmado que se reunirá con todas las fuerzas políticas, especialmente aquellas que defendieron el NO, y parte de su equipo negociador ha vuelto a La Habana para hablar de nuevo con las FARC.
El jefe de la guerrilla, Rodrigo Londoño, apodado ‘Timochenko’, manifestó también su voluntad de mantener la paz y reiteró su disposición a usar “solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”, según el diario colombiano El Tiempo. Las palabras de Timochenko alejan la inminente vuelta a las armas.
El voto del país también ha estado dividido. Las grandes ciudades, donde la presencia de las FARC se ve más lejana en el tiempo, han votado en contra de un acuerdo que consideran insuficiente. La costa caribeña, donde las heridas aún están abiertas, ha refrendado, sin embargo, las condiciones de este pacto.
Según El Espectador una de las claves ahora para desatascar la situación pasa por saber si Santos, el actual presidente, rediseña su equipo negociador para incluir a representantes del NO encabezado por el expresidente Uribe. Las negociaciones se auguran espinosas, pues las exigencias del NO pasan por endurecer las condiciones del acuerdo limitando la impunidad de los guerrilleros y su presencia en la política colombiana.
Marta Barón, una colombiana de la región andina de Tolima, emigró a Venezuela huyendo de la violencia de las FARC hace 45 años. Según contó en El Tiempo ahora se preparaba para regresar. “Lo más triste es que se demuestra que el país sigue dividido. Por las balas, por las bombas y los muertos, y ahora por la política. Yo nací en guerra y quería morir en paz”.