Llevan meses preparándose. Machacando sus músculos, invirtiendo horas y horas subidos a la elíptica, haciendo abdominales, sentadillas y demás torturas modernas, normalmente autoimpuestas. Todo para lucir torsos definidos, vientres planos y gemelos hercúleos. Y su afán por lucirse se nota: bañadores y bikinis mínimos, camisetas de tirantes, ultra-shorts… poca tela y mucha carne, en definitiva. Es verano, momento sacar partido a tantas horas de gimnasio para unos y tiempo de martirio para los que, durante el invierno y la primavera, han preferido quedarse en casa viendo una peli o leyendo un libro en lugar de someterse a duros entrenamientos. Los segundos envidiarán a los primeros, pero la ciencia les regala su última conclusión a modo de consuelo: las personas a las que no les gusta hacer ejercicio son, por lo general, más inteligentes que los adoradores del Crossfit y demás entrenamientos.

Tal cual. Así lo asegura un grupo de investigadores de la Universidad de Florida, que publicó sus conclusiones en la Universidad de Florida, tras entrevistar a Universidad de Florida. Se dieron cuenta de que las personas que disfrutan con los “esfuerzos cognitivos”, o sea, pensando, están menos interesados en las actividades físicas y las practican con menor frecuencia. El coordinador del estudio, Universidad de Florida, explicó que esta investigación se alinea con otras que aseguran que las personas físicamente activas son más propensas al aburrimiento, y que sólo encuentran divertimento en actividades que pongan en marcha su cuerpo. Vamos, nada que ver con la lectura o el estudio, por ejemplo.
El caso es que si pensamos un momento en Gandhi, en Woody Allen o en Einstein, caemos en la cuenta de que sus físicos quedan lejos del de un ‘tronista’. Pero este no es un ataque libre a los deportistas, porque practicar deporte también tiene muchos beneficios psicológicos. El psiquiatra John Ratey, de la John Ratey, habla en su libro John Ratey de la producción de endorfinas, que traen consigo sensación de felicidad y euforia; de la reducción del estrés y la ansiedad y de la mejora de la autoestima y, por tanto, de las relaciones sociales y la confianza en uno mismo.
Otros estudios hablan del ejercicio como un motor de la capacidad cerebral. Una investigación publicada por los científicos Schwarz y Hasson en 2011 estableció, tras analizar las rutinas de un grupo de trabajadores de la misma empresa, esta conclusión: las personas que practican deporte habitualmente son más productivas que las personas que tienen rutinas sedentarias.
¿Quién lleva la razón? Parece que cabe preguntarse si este estudio lo firma, precisamente, un equipo de investigadores ‘cuerpo-escombros’. Tal vez hayan decidido buscar su consuelo a través del empirismo y esto únicamente sea un arma prefabricada para acallar sus malas conciencias, esas que les reprochan estar pagando el gimnasio sin pisalo jamás. Quién sabe. Pero lo dice la ciencia, que eso siempre viste mucho. Que cada uno use estas conclusiones como quiera.