Cuando el estudiante de medicina de 26 años Anya Egbe entró en clase un día cualquiera de hace siete años, no imaginaba que saldría de ahí con un trauma que no olvidaría en la vida. Todo empezó al encontrarse con los cadáveres que tenían que diseccionar una de sus prácticas. Para su sorpresa, Egbe conocía muy bien a uno de ellos: era su amigo Divine. Lo único que pudo hacer ante la escena fue gritar y salir corriendo de la clase de anatomía. “Solíamos ir a bailar juntos”, aseguró el estudiante de la Universidad de Calabar de Nigeria a la periodista y novelista nigeriana Adaobi Tricia Nwaubani, quien publicó esta historia para cadáveres. “Había dos agujeros de bala en el lado derecho de su pecho”, añadió a la periodista.
Se trata de un caso tan fuerte, que es imposible no preguntarse: ¿cómo llegó el cuerpo de Divine a una clase de anatomía? De acuerdo con una investigación publicada en 2011 de la revista médica Clinical Anatomy, más del 90% de los cadáveres utilizados para prácticas de medicina en el país africano son “criminales asesinados a disparos”. Aunque, como señaló Nwaubani, eso no significa que todxs pertenezcan a personas acusadas por un tribunal de ser terribles asesinxs o ladronxs que derraman sangre a cualquier precio, a veces también son personas inocentes asesinadas por las corruptas fuerzas de seguridad del país. Lo más alarmante de todo es que tres de cada cuatro pertenecen a la clase socioeconómica más baja. "Nada ha cambiado diez años después", lamentó a BBC Mundo Emeka Anyanwu, profesor de anatomía en la Universidad de Nigeria y coautor del estudio.
El hecho de encontrar el cadáver de su amigo Divine, llevó a Egbe a contactar con su familia, que había estado buscándole en diferentes comisarías. El joven había sido arrestado por la policía al marcharse de una fiesta en una noche que marcó el final de su vida. Finalmente, después de tanto tiempo de búsqueda e incertidumbre, la familia de Divine pudo recuperar su cuerpo. Ese no fue el único resultado del hallazgo de Edge. También puso sobre la mesa dos realidades preocupantes en Nigeria: la falta de cadáveres para los estudiantes de medicina y la mala suerte que pueden correr incontables personas en manos de la policía.
Prueba de la violencia policial que vive el país es una protesta que tuvo lugar en octubre del 2020. Como publicó entonces elDiario.es, el motivo era “los continuos abusos perpetrados por la Brigada Especial Antirrobo SARS, en inglés, una unidad policial famosa por su corrupción y sus torturas”. Según Amnistía Internacional AI, aquella protesta se saldó con la muerte de al menos 38 personas que sufrieron disparos del Ejército en una zona de clase alta de la ciudad de Lagos.
“No tenemos líderes”, “El poder de la juventud es más fuerte que quienes estáis en el poder” o “Nigeria sangra”, fueron algunas de las consignas que se leyeron aquel día en pancartas de manifestantes. Lamentablemente, el tercer lema estaba presagiando la atrocidad que estaba por a punto de acontecer en la protesta: al menos 38 voces reclamando un país más justo y seguro para todxs, iban a ser silenciadas. No era ni de lejos la primera vez.