España, ese país ‘civilizado’ en el que se abandonan 137.000 mascotas cada año

 Según el último estudio de la Fundación Affinity, más de 137.000 perros y gatos fueron abandonados el año pasado en España, una cifra similar a la de 2015.

Hay noticias que nos ponen de mala hostia, otras que nos la pelan bastante, pocas que nos llenan de esperanzas y otras que nos dan ganas de comprarnos un lanzallamas y aplicar la justicia divina. Según el último estudio de la Fundación Affinity, más de 137.000 perros y gatos fueron abandonados el año pasado en España, una cifra similar a la de 2015 pero que nos confirma que la evolución fue algo que solo le funcionó a Darwin para vender libros, porque la realidad se encarga de desmentirlo.

En concreto, los ‘civilizados’ humanos ibéricos abandonaron a 104.447 perros y 33.335 gatos que acabaron siendo recogidos por protectoras de animales. Por eso mismo, el número real de animales podría haber sido incluso mayor. Tantos abandonos de animales es preocupante, y aún lo es más que no se mantenga y se incremente la tendencia a la baja de los últimos ocho años”, declaró la directora de la fundación, Isabel Buil. Pero lo peor es que en torno al 7% de ellos jamás encontrará quien les adopte y serán sacrificados: nada menos que 9.590 animales.

Uno de los principales motivos de que tantos españoles no se corten un pelo a la hora de dejar a su compi peludo en una gasolinera es, según Buil, que “nuestro Código Civil hace que los animales sean susceptibles de apropiación y de libre disposición por parte de sus propietarios”. Vamos que en la España del siglo XXI nuestros Chispi, Luna, Blacky, Roski, etc… son considerados como ‘cosas’ y no como seres vivos que sienten, que sufren, que pasan frío y que, seguramente, jamás te dejarían tirado.

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Así que mientras esperan a que los españoles evolucionemos, y pinta que necesitaremos bastantes años para eso, la Fundación Affinity y el Observatorio Justicia y Derecho Animal continúan trabajando para actualizar nuestro Código Civil y que nuestras mascotas no paguen las consecuencias de nuestros divorcios, problemas laborales o que simplemente no nos guste que tengan necesidades como jugar, comer, cagar o comunicarse sí, se comunican ladrando y más si no les haces ni puto caso.  Si alguien tiene que pagar que sea el dueño, ¿no?.