El beso que el marine canadiense Francis Legare dio a su pareja al llegar a puerto tras ocho meses en alta mar ha roto muchos tabúes. La pareja de Legare es un hombre y aunque Canadá es uno de los países más liberales del mundo, también en cuanto a homosexuales en el ejército se refiere, esta ha sido la primera vez que la tradición de besar a la pareja cuando el barco arriba a puerto la protagonizan dos personas del mismo sexo.
El tema no es baladí. Para la mayor parte del mundo la homosexualidad en el ejército todavía es inconcebible. Estados Unidos, por ejemplo, abolió solo en 2011 la política apodada Don’t ask, don’t tell no preguntes, no cuentes introducida por Bill Clinton en 1993. Según esta norma estaba prohibido que los militares salieran del armario.
Aunque ahora parezca un disparate, la norma fue de hecho un gran avance. Antes, los homosexuales y transexuales no solo tenían prohibido servir en el ejército, sino que cuando eran “descubiertos” se los degradaba con deshonor y se les enviaba a unidades psiquiátricas. El don’t ask, don’t tell protegía al militar, que no podía ser “acusado” de homosexual, siempre y cuando llevara una vida pública en apariencia heterosexual.
Los movimientos de Lesbianas Gays Ttransexuales y Bisexuales LGBT ganaron parte de la batalla en Estados Unidos y ahora los militares homosexuales no tienen tampoco que guardar silencio para poder subir en el escalafón. Los transexuales, sin embargo, siguen excluidos del ejército y las regulaciones estadounidenses tan estrictas sobre lo que es considerado sodomía impiden aún a muchos encajar en sus filas.
En buena parte del mundo la lucha continúa aún mucho más en pañales. El Centro para Estudios Estratégicos de La Haya elaboró en 2014 un índice mundial de integración LGTB en el ejército. Los colores rosas del mapa indican los países más tolerantes España está en el puesto 11 y los negros, los menos. La información completa la puedes consultar aquí.

Índice LGTB Ejército 2014
Hay países como China, India, Arabia Saudí, Argelia o Indonesia que impiden oficialmente a lesbianas, gays o bisexuales entrar en las Fuerzas Armadas. En otros territorios como Rusia, Honduras o Marruecos la prohibición no es expresa, pero la evidencia sugiere que en la práctica también están excluidos.
Aunque no es oro todo lo que reluce ni siquiera en la parte del mundo más tolerante. La polémica se desató este mismo año en Portugal porque la homsexualidad se sumaba a otras causas que desaconsejan la entrada en el ejército como obesidad o consumo de drogas.
No hay además muchos países que cuenten, por ejemplo, con asociaciones que representen a los colectivos homosexuales y bisexuales en el ejército. Reino Unido y Holanda sí las tienen, incluso financiadas con dinero público, pero en el escaso puñado de países donde existen Australia, Estados Unidos o Alemania, por ejemplo, tienen carácter privado.
Y que el marco legal no discrimine no quiere decir que no exista discrimación real. En España varios soldados han contado que el rechazo está presente y que es peor respecto a hombres homosexuales que frente a mujeres.
La mayoría de los argumentos para negar el derecho de los colectivos LGTB a entrar en el ejército recuerdan a los utilizados en otras ramas. Por ejemplo, que su mera presencia desincentivaría que otros soliciten la entrada en el cuerpo o que en los vestuarios habría situaciones incómodas. Otros tienden a confundir el hecho de que los militares sean homosexuales con el mantener relaciones durante el servicio.
Todos ellos quizá deberían recordar que con el rechazo a la homo o bisexualidad en el ejército ni Julio César ni Lawrence de Arabia se habrían convertido en los héroes que hoy se los considera.