Imagina que un buen día el Gobierno te obliga a abandonar tu casa después de la explosión de un reactor de la central nuclear que tienes a varios kilómetros de tu hogar. Te tienes que buscar la vida lejos de tu ciudad y comenzar desde cero. En tu país te han dicho que es por precaución, ya que la radiación puede llegar a afectar la zona. Es ahí cuando te preguntas si ya habrá entrado en contacto con tu cuerpo, a lo que el Gobierno te asegura que es muy poco probable. Pero lejos de tu casa te llegan otras noticias: todos los ciudadanos que habéis estado a menos de 30 kilómetros de la explosión estáis jodidos. Bien jodidos.
Has decidido hacer las maletas y cambiar de país. En tu nuevo hogar las noticias son más claras que en la que hasta hace poco era tu ciudad, y en la televisión hablan de una catástrofe de enormes dimensiones. Se comenta que hay una ‘zona cero’ a la cual no se puede acceder de ninguna manera; está más que prohibido. Y es en ese momento cuando, en las imágenes, ves tu casa. Forma parte de ese desierto que antes era tu ciudad, esa en la que tantos buenos momentos has vivido. De esa que te han echado porque "ya no se puede vivir". Esa que, por culpa de la explosión de la central nuclear que nunca te ha hecho gracia, ya no reconoces como tuya.

Te han obligado a marcharte, pero lo ves como una oportunidad para empezar de cero. Nueva vida, nueva ciudad, nuevos amigos. Y un enemigo en común con gran parte de los vecinos de tu población natal con el que no contabas: el cáncer. Casi todos habéis desarrollado esta enfermedad en diferentes partes de vuestro cuerpo u otro tipo de problemas de salud graves. Además, la hija de tu mejor amigo ha nacido con problemas de corazón, y sabes que ese no es el único caso de niños con enfermedades. Demasiadas casualidades en personas que lo único que comparten es su ciudad de origen. Y haber estado cerca de una central nuclear que explotó y de la que todavía se conocen pocos datos.
30 años después, la ‘zona cero’ está habitada únicamente por plantas y animales salvajes que crecen sin ningún tipo de control. Tu ex-ciudad es objeto de estudio por los científicos, que sólo pueden estar unas pocas horas en ella debido a los altos niveles de radiación. No son los únicos que la visitan, pues los más listillos se han encargado de hacer negocio y organizan excursiones; ‘turismo radioactivo’, lo llaman. Has superado ese cáncer que tan mal te lo ha hecho pasar, pero otros no han tenido tanta suerte y se calcula que alrededor de 4.000 muertes han llegado por problemas de salud relacionados con la exposición a la radiación de la central nuclear. A ellos hay que sumarles los 400 fallecidos por la explosión.

El reactor afectado, causante de tantas muertes y enfermedades y que fue tapado en los días siguientes con un gran bloque de hormigón, necesita un nuevo ‘sarcófago’, que está siendo construido por trabajadores que no pueden estar más de cinco horas al día expuestos a la radiación. Se dice que el área no será apta para la vida humana durante los próximos 20.000 años. Al lado de lo que ocurrió en tu país, la bomba de Hiroshima fue como unas cosquillas en los pies.
Ya. Deja de imaginar y sal de esta pesadilla. Un horrible sueño muy real para los 300.000 ucranianos desplazados hace 30 años tras la explosión de la central nuclear de Chernobil. Una historia más propia de una película de terror. La realidad siempre supera la ficción.