
El tiempo también jugó a su favor. Jessica, que ha contado su experiencia al diario luso SAPO 24, atravesó la carretera que une Figueiró dos Vinos y Pedrógão Grande, apodada ahora como la 'boca do inferno', poco tiempo antes de que las autoridades decidieran clausurarla. En esa misma carretera, los equipos de emergencias han hallado después los cadáveres de 30 personas, todavía dentro de sus vehículos.
Pero cuando Jessica y su familia la atravesaron, todavía no estaba cerrada al tráfico. Eran las ocho de la tarde, y las llamas todavía no la habían alcanzado. Aunque el vídeo compartido por la joven en su perfil de Facebook ya adelantaba lo que estaba por llegar: una densa niebla, generada por el humo cada vez más cercano, y una fantasmagórica luz anaranjada en el horizonte anunciaban la magnitud de la catástrofe.
"Entré en la boca del infierno. Las carreteras no estaban cortadas. Al ver lo sucedido, recé para que no hubiera víctimas, pero desafortunadamente las hubo. Al final, tras salir de aquel infierno, cortaron la carretera. Había personas que habían entrado en pánico", explicaba Jessica a SAPO 24. La suya es una de las muchas historias anónimas que deja el incidente, y a las que se les sumarán muchas más cuando la emboscada a las llamas ponga su punto final.