La OMS es el organismo mundial encargado de velar por la salud del mundo. Creada tras la segunda guerra mundial, la Organización Mundial de la Salud es la encargada de avisar de cuándo se ha declarado una epidemia y coordinar la respuesta técnica global. Además, fija prioridad mediante campañas, por ejemplo, para la erradicación del VIH, la malaria o la desnutrición infantil. Sin embargo, la dirección de este ángel guardián del mundo no está solo en manos de sus técnicos y especialistas, sino que cada vez más intereses privados entran en juego y amenazan con distorsionar el fin para el que la agencia de Naciones Unidas fue concebida.
Según denunció German Velásquez, antiguo director del secretariado de la OMS para la salud pública, en una entrevista en la Cadena SER, el caballo de Troya son las donaciones voluntarias. Los gobiernos financian menos del 25% del presupuesto de la OMS. El resto proviene de donaciones privadas entre las que se encuentran, por ejemplo, la Fundación Bill y Melissa Gates o muchas de las grandes farmacéuticas.

Y como en tantas facetas de la vida, el que paga, manda. Una vez hecha la donación, los representantes de la industria pueden incluso sentarse en los comités de expertos que deciden sobre los programas y directrices de la agencia. En concreto, podrían por ejemplo, influenciar para que la OMS declare una infección contra la que ellos tienen medicamentos como “epidemia mundial”, logrando con ello que sus productos tengan de repente un mercado mundial de atemorizados gobiernos y ciudadanos buscando prevención.
Por ejemplo, ha contado Velásquez, algunas de las farmacéuticas que comercializaban la vacuna contra el virus H1N1 de la gripe aviar se sentaban en el consejo que decidió declarar el virus como epidemia mundial, lo que les brindó un jugoso negocio. Esto no quiere decir que no existiera una amenaza real para la salud, sino que en muchas ocasiones la percepción de la intensidad de la amenaza puede estar magnificada por intereses comerciales.

Lo mismo ocurre a la hora de decidir qué proyectos se priorizan. Por ejemplo, la Fundación Gates abandera la lucha mundial por la erradicación de la malaria y, como uno de los grandes donantes de la OMS, ha ejercido gran influencia para que se persiga este fin con ahínco. Ello no es un problema en sí mismo pero, según denuncia el experto Velásquez, va en detrimento de otras iniciativas menos mediáticas pero esenciales como la racionalización en el uso de medicamentos.
Otros lobbies como la industria azucarera no se libran de la crítica. En 2003 la OMS y la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la alimentación, elaboraron un informe que concluía que una dieta saludable debía incluir menos del 10% de azúcar. Tras las presiones de la industria, sin embargo, reeditaron el estudio y añadieron que su conclusión era “controvertida”. El tiempo, sin embargo, puede ayudar a que algunas de estas presiones pierdan fuelle. En un informe similar de 2015 la propia OMS indicó que bajar hasta un 5% la cantidad de azúcar en un dieta traería "beneficios adicionales". Quizá todavía existan razones para creer.