Puede parecerte una cifra descomunal pero está bien respaldada por la investigación científica: cada día de tu vida tomas aproximadamente unas 35.000 decisiones diferentes, el 99,74% de ellas de manera inconsciente gracias a la enorme cantidad de automatismos de tu cerebro. El otro 0,26% sí tiene pinta de encrucijadas. Por ejemplo, ¿me levanto del sofá para vestirme y salir a la calle dirección al gimnasio o me quedo a leer aquí calentitx y ya mañana me pongo en serio con eso de combatir el sedentarismo? Desgraciadamente, muchas más veces de las que te gustaría admitir terminas eligiendo esta segunda opción. Y el culpable de ello es un sesgo cognitivo: el llamado descuento hiperbólico.
Como explican desde Xataka, este sesgo fue formulado “para explicar cómo las personas tienden a preferir recompensas inmediatas frente a recompensas mayores que se entregan en el futuro, desvalorizando desproporcionadamente los resultados a largo plazo”. O dicho con otras palabras: esa napolitana de chocolate que vas a meterte entre pecho y espalda te parece lo más apetecible del universo y, sin embargo, llegar en el futuro a perder esos kilitos que consideras que te sobran no te parece tan relevante. A tu cerebro le cuesta mucho emocionarse con los beneficios de una estrategia largoplacista. Aunque en el fondo sabes que te darían muchas más alegrías que el sabor de la napolitana.
Siempre prima más lo inmediato
Hace unas décadas, algunxs científicxs decidieron poner a prueba este sesgo. Primero con niños de cuatro años: se les ofrecía una golosina en el instante o dos si esperaban 15 minutos. “Pocos niños decidían esperar porque se les hace muy difícil retrasar la gratificación”. ¿Qué? ¿Estás pensando que es lo normal porque son niños y no tienen autocontrol? Pues a lxs adultxs les pasa exactamente lo mismo. “Si te ofrecen 100 euros ahora o 120 euros en tres meses la mente suele jugar a favor de la impulsividad”. Prefieres algo menos de dinero pero ahora. Y no necesariamente porque los necesites. Es simplemente que la evolución ha hecho que tu cerebro funcione de esa forma tan ansiosa.
Y es una putada. Si fueras regularmente al gimnasio, y con independencia de los resultados físicos, te sentirías muchísimo mejor contigo y con tu cuerpo. Estaría más fuerte. Más enérgico. Más vivo. Ese pequeño esfuerzo diario te aportaría una satisfacción permanente muy jugosa. Y de ahí que necesites ir contra tu propia genética y tratar de superar ese sesgo natural tan boicoteador. Sí, el confort del sofá parece ser una sensación insuperable. Eso te dice tu mente. Eso te cuentan las voces de tu cabeza. Pero no es verdad: el descuento hiperbólico te priva de una dicha mucho mayor. Tenlo en cuenta la próxima vez que estés ante una de esas decisiones. No son tan triviales como parecen.