Llevabas muchísimos años absolutamente entregadx al sedentarismo. Lejos de los gimnasios. Fuera de los círculos deportivos. Ajeno a todo lo que implicara un esfuerzo físico de verdad. Tu resistencia estaba por los suelos. Tu explosividad era un chiste. Y habías subido varios kilitos. Y entonces dijiste basta: comenzaste a correr todas las mañanas, te apuntaste a clases de power training y cortaste drásticamente la cantidad de comida que zampabas diariamente. Un cambio realmente brusco. A lo loco. Estabas totalmente decididx a recuperar el tono físico y dejar atrás tus tiempos de pereza extrema. Y en esas estás. Pero cuidado: podrías sufrir el silencioso síndrome de deficiencia energética.
Según explica en The Conversation el fisioterapeuta Daniel Sanjuán, miembro también del grupo de investigación iPhysio de la Universidad de San Jorge, el síndrome de deficiencia energética “aparece como consecuencia de un desequilibrio prolongado entre la ingesta de alimentos y el gasto de energía: el deportista no consume la cantidad suficiente de calorías para respaldar las demandas de su actividad”. Tienes un objetivo con ello, obviamente, que es entrar en déficit para adelgazar, pero lo estás haciendo de una manera tan heavy y durante tanto tiempo que tu cuerpo ha comenzado a sufrir bastante por ello. Aunque estás tan motivado en tus metas que no ves las advertencias.
Porque este síndrome tiene consecuencias muy serias para tu salud. Entre otras, recogidas recientemente en un informe llevado a cabo por el Comité Olímpico Internacional, alteraciones hormonales que pueden provocar una libido baja e incluso pérdida de la menstruación, función muscular reducida, debilitamiento óseo y susceptibilidad de fracturas por estrés, trastornos del sueño, incontinencia urinaria, afectación del sistema inmunitario, trastornos depresivos y disminución de las habilidades cognitivas. Por supuesto, todo ello provoca a su vez un descenso de tu rendimiento deportivo. No vas a convertirte en la bestia competitiva que quieres ser bajo tales condiciones fisiológicas.
¿Cómo prevenirlo? En primer lugar, no descuides el consumo de hidratos de carbono, pues “la baja disponibilidad de estos nutrientes acelera el desarrollo del síndrome”, apunta el propio Sanjuán. En segundo lugar, evita el sobreentrenamiento. Dado que tu organismo necesita de los buenos descansos para mejorar después de las sesiones, más no es siempre mejor, porque podrías estar privándole precisamente de todo ese descanso. Y en tercer lugar, y si de verdad quieres perder peso mientras entrenas de una manera segura, consulta a un nutricionista. Nadie diseña la dieta ideal mirando artículos en internet. Te ahorras un dinero, sí, pero pones en juego tu salud. No merece la pena.