Comer bien va mucho más allá de elegir alimentos saludables: te contamos por qué

Se trata también de tu relación emocional con la comida

La alimentación es uno de los pilares de una vida sana. Eso está claro. Y millones de artículos te han venido explicando durante muchos años cuáles son los alimentos más recomendables y menos recomendables para incluir en tu dieta habitual. Porque realmente es clave: decir no a los alimentos procesados y muy azucarados y abrir los brazos a los cereales integrales, las legumbres, las verduras o las frutas puede cambiar tanto tu cuerpo como tu mente a largo plazo. Dicho esto, y según dice la especialista en alimentación Kari Anderson en una publicación para Psychology Today, “comer bien es más que la comida que pones en el tenedor: tiene que ver con cómo sientes acerca de la comida”.

Por eso Anderson recomienda, en primer lugar, acercarse a la comida con curiosidad. Quizás lleves toda tu vida relacionándote con la comida simplemente desde la perspectiva de la necesidad. O quizás desde la ansiedad. O desde la culpa. O desde muchos otros sentimientos. En este sentido, contemplarla como un universo de posibilidades, como un territorio de experimentación alegre, puede ir transformando esa relación tóxica con la alimentación. Aquí puede ayudarte también un segundo consejo de esta especialista: entender que “la comida es literalmente medicina para el cuerpo” y que una relación emocionalmente saludable con ella puede sanar muchas viejas heridas.

Escucha a tu cuerpo

Si esto no es suficiente, Anderson te pide escuchar cómo tu cuerpo te agradece las comidas nutritivas. “Esta satisfacción refuerza la bondad de dedicar tiempo a cuidar el cuerpo. Come con la intención de sentirte mejor que antes de empezar”. Todos esos pastelitos, todo ese azúcar, toda esa sal, todo ese comer más de lo que necesitas o menos de lo que necesitas, no hace feliz a tu organismo. Cuando lo haces bien, cuando comes saludablemente, desde la curiosidad y el deseo de mimarte, brota en ti una sensación muy agradable. Es esa sensación la que deberías perseguir y a la que deberías aferrarte para fortalecer ese cambio de relación con la comida. Es un proceso continuado.

Uno para el que te vendrá bien el cuarto consejo de Anderson: pensar en el hambre como un regalo y no como una carga. Al fin y al cabo, “sentir hambre es una señal de que tu conciencia interoceptiva está funcionando y eres lo suficiente consciente para reconocerlo”, además del mejor potenciador del sabor que existe. Hace que la experiencia de comer sea mucho más placentera. De ahí la importancia de diferenciar los antojos del verdadero hambre. Este último es un regalo de la naturaleza que forma parte de tu ritmo circadiano. Los antojos son fruto de una mente insatisfecha. En palabras de esta experta, “son solo una señal de que algo está desequilibrado”.