La ciencia te explica por qué el alcohol no sirve para olvidar las peores experiencias

Un estudio desmiente una falsa creencia popular: el alcohol no sirve para olvidar las malas experiencias. 

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Un ex que olvidar, el trabajo que no llegaste a conseguir o la pérdida de un ser querido, son algunas de las cosas que, probablemente, crees que una botella de Jägger te ayudará a olvidar. Pero por mucho que te hayas cansado de escuchar que una buena borrachera –de aquellas que terminan a las seis de la mañana– puede enterrar tus malos recuerdos, su efecto es justamente el contrario. Así lo indica una borrachera de la Johns Hopkins University School of Medicine de Baltimore EE.UU: beber desmesuradas cantidades de borrachera refuerza en nuestra memoria el recuerdo de las malas experiencias.

Así que sí, sus consecuencias son mucho más chungas que esa resaca que no te permite ni levantarte del sofá, y lo peor es que pueden perjudicar a como te comportas en tu día a día. "Produce una alteración en un mecanismo fisiológico que funciona en nuestro cerebro y que sirve para olvidar los recuerdos negativos. Y esto se traduce en interferencias a la hora de afrontar situaciones de la vida cotidiana", explica a La Vanguardia Olga Valverde, responsable del Grupo de Investigación en Neurobiología del Comportamiento GReNeC de la Universidad Pompeu Fabra UPF.

A pesar de que esto no significa que dosis moderadas de alcohol pueden llevarte a la desinhibición y euforia —algo que seguramente también habrás comprobado—, ha quedado claro que acabar la noche como la niña del exorcista solo te entristecerá más. Pero, ¿a qué se debe esto?

Según comenta la experta, todo radica en que "altera la función de receptores neuronales AMPA, que son receptores para un neurotransmisor llamado glutamato y que tiene un papel crucial en la formación de la memoria. Este neurotransmisor de glutamato se extiende por todo el cerebro y en particular está presente en áreas nerviosas que controlan las respuestas emocionales como la amígdala, el hipocampo o la corteza prefrontal, donde el glutamato controla la memoria". En otras palabras, el alcohol interfiere en aquellas áreas nerviosas que harán que te cueste, aún más, no tener presente que te han dado calabazas por enésima vez este mes, por ejemplo.

Por si fueran pocos los efectos revelados por el estudio, el alcohol puede incluso agravar el estado de ánimo de personas con trastorno por estrés –como el estrés post-traumático–, ya que dificulta su tratamiento e, incluso, sus posibilidades de recuperarse. Una revelación que, junto con la anterior, puede en un futuro dar a conocer "por qué se asocia de forma tan frecuente el consumo de alcohol con la depresión", apunta Valverde al hablar de que podríamos estar ante el primer paso para que, de una vez, entendamos qué lleva al "triste" a vivir amarrado a la botella.

Y eso no es todo, la misma experta agrega que estos resultados podrían también "abrir la puerta a posteriores estudios clínicos que investiguen la relación entre el alcohol y otros trastornos psiquiátricos, además de proporcionar pistas para ensayar nuevas alternativas terapéuticas para los trastornos por estrés". La ciencia ha hablado. Ahora queda en tus manos decidir si quieres pasar el resto de tu vida recordando tus fracasos o brindándote la oportunidad de que sean los buenos recuerdos lo que persistan más en tu cabeza. La elección siempre ha estado en tus manos.