Una botella polvorienta oculta entre las rocas de la playa, un papel amarillento en su interior y un misterio por resolver. Años de cuentos de piratas y navegantes nos han enseñado que esto es todo lo que hace falta para disparar una buena historia. Una que huela a sal y libertad, a melancolía y aventuras. Lamentablemente —piensa nuestro cerebro urbanita y racional—, eso no existe más allá de las novelas y las series de piratas pero ¿y si no fuera así?
Clint Buffington es estadounidense, tiene 32 años y una pasión: rastrear la arena en busca de estos relatos incompletos. Perseguir el rastro que alguien ha dejado a merced de las olas. Cazar la aventura playa tras playa, Clint busca mensajes guardados en botellas llegados a las playas de todo el mundo y, a día de hoy, lleva ya 84. Un reguero de historias que almacena y muestra al mundo desde su blog, Message in a bottle hunter.

“Todo empezó cuando me regalaron un viaje al Caribe junto a mi padre por haber terminado la universidad”, nos cuenta desde el otro lado del mundo. El e-mail que nos manda, a pesar de no tener el glamour de una vieja botella de ron, bulle de entusiasmo mientras Clint detalla cómo durante aquel viaje iban paseando por la playa y descubrió a lo lejos el brillo de una botella azul. “Decidí llevármela como un recuerdo para mi hermano, porque le encanta este color, pero a medida que me acercaba ¡vi un papel naranja enrollado dentro!”, recuerda.
El auténtico mensaje oculto en las botellas
La pasión que brilla a través de Clint tiene carácter expansivo: no le basta con encontrar la botella, quiere saber más acerca del relato que esconde cada artefacto. “Básicamente camino un porrón de millas, encuentro tantos mensajes en botellas como puedo y entonces rastreo a quien los envió”, cuenta este Sherlock Holmes contemporáneo. ¿Lo más importante? “Si tengo suerte, en el mensaje firman con su nombre completo: es lo más importante porque la dirección, el número de teléfono o el email pueden cambiar con más facilidad”, explica.
Entre sus logros está, entre otros, haber entregado el mensaje que un padre mandó a su familia hace medio siglo. O conocer el mensaje que un padre mandó a su familia, una pareja que el día de San Valentín de 1999 arrojó al mar una botella con pastel dentro. Dos de las 84 historias que han mostrado a Clint una verdad muy especial: “me recuerdan que la mayoría de la gente que veo como extranjeros en realidad son buenos y amables, y que, si tenemos la oportunidad, todos podemos llevarnos bien”.

Pero, ¿quién envía estos mensajes? “Todo tipo de personas. Algunos buscan amor, otros buscan amistad, algunos simplemente tienen curiosidad por ver a dónde llegará su botella pero hay algo que tienen en común: amor por las aventuras”, señala el rastreador. Hay que entrar en su mundo, “la costa siempre ha sido un lugar aventurero, donde el mar se encuentra con la tierra y los mundos chocan”, avisa Clint quien, sin embargo, tiene una buena razón para no haber lanzado nunca él mismo un mensaje al océano.
El terrible descubrimiento del aventurero
“Después de ver el estado de las playas hoy en día, no soy capaz de arrojar nada al agua, por muy romántico que me parezca”, confiesa Clint, quien en su búsqueda del tesoro lo que ha acabado encontrando es que “la situación con la basura es miserable”. La cara oculta de la aventura indigna al estadounidense: “tristemente, la responsabilidad la tenemos los consumidores”. La causa del problema, asegura, es el plástico.
“Hay oceanógrafos que piensan que el plástico en el mar causa más daño que los vertidos de petróleo al fin y al cabo, como dice Charles Moore —de la Fundación Algalita para la Investigación Marina— el océano está cuesta abajo desde todas partes”. Esto significa, dice, que incluso si vives a cientos de millas del mar puedes estar contribuyendo al desastre: “puedes tirar una botella de plástico en la calle de St. Louis, en Missouri, y lo único que tiene que pasar es que sople viento para que esta vuele hacia el Mississippi y de ahí llegue al océano”, nos advierte.

Uno podría ver cierta contradicción, pero para Clint la distinción está clara: “claro que hay quien puede considerar que los mensajes en botellas son también basura, pero esto invalidaría todas las amistades que he hecho durante esta aventura”. Y continúa explicando que este tipo de mensajes actúan como “cápsulas del tiempo”, porque arrastran un momento del pasado y encierran más significado que un mail, o incluso que una carta.
Si te decides a mandar una de estas cápsulas tú mismo, haz caso al experto: “la mejor botella para preservar mensajes es la más clásica y bonita en la que puedes pensar, una simple botella de vino con un corcho”. Si, por el contrario, te quieres calzar las botas, Clint tiene otro consejo para ti: “creo que cualquier playa es buena para buscar mensajes en botellas, ¡solo has de estar dispuesto a caminar!”
Fotos cedidas por el propio Clint Buffington y extraídas de su blog, 'Message in a bottle hunter'