En principio, Hillary Clinton lo tiene todo. Abogada liberal, ha sido Primera Dama, senadora, secretaria de Estado y ahora es la primera mujer candidata a la presidencia de Estados Unidos por un partido mayoritario. Arrasa entre minorías hispanas y negras, y las mujeres mayores de 60 años también votan por ella. Sin embargo, no ha logrado convencer a un electorado clave: los jóvenes. Especialmente LAS jóvenes.
Hay entrevistas de Hillary a finales de los 70 en los que se mostraba mordaz, liberal, contestona cuando algún periodista le preguntaba que por qué mantenía su trabajo en lugar de dedicarse a ser devota esposa de gobernador, el cargo que su marido ocupaba entonces. Esa frescura, sin embargo, se fue apagando. Hillary se convirtió en más como el resto. Eso aumentó su ratio de aprobación entre las mujeres más tradicionales, pero comenzó a alejarla de las jóvenes.
“La gente la percibe como distante y remota”, asegura el experto Peter Hart en el Financial Times. Otras muchas jóvenes no consideran el hecho de que ella sea la primera mujer candidata algo excepcional. Tres cuartas partes de mileniales estadounidenses están convencidas de que verán a una mujer como presidenta. Hillary es, pues, una opción más.
Además, muchas jóvenes independientes que buscan relaciones igualitarias no se ven representadas en ella. El escarnio público de que la becaria de tu marido aparezca con semen de este en su vestido no parece que sea el ideal de relación al que los veinteañeros aspiran hoy. Hillary aguanta estoica. Y las jóvenes, en general, no entienden por qué.
Todo esto ha llevado a que muchos jóvenes demócratas hayan apoyado a su rival, Bernie Sanders, durante las primarias demócratas. Sanders es más progresista. Critica, por ejemplo, los acuerdos de libre comercio porque dice que destruyen empleos en Estados Unidos y aboga por una sanidad pública universal. Hillary, que ha girado su discurso hacia el lado más social, no va sin embargo tan lejos. Habla de reforzar los permisos de maternidad y la integración de minorías, pero muchos jóvenes ven su discurso como impostado. La consideran, utilizando el argot tan actual, casta.
Y razón no les falta. Los Clinton tienen mucho dinero. Llevan en círculos de poder casi tanto como uno pueda recordar. Muchos no olvidan que una de las medidas más controvertidas sobre desregulación bancaria se aprobó además durante la administración Clinton y es conocido que ella es ahora la candidata preferida de Wall Street. Eso hace que muchos desconfíen.

Aunque tampoco nos confundamos. No es que toda la América no joven ame a Hillary. De hecho, más bien lo contrario. Es una de las personalidades más denostadas por buena parte de la sociedad. En la denostadas del Washington Post y ABC News, tanto Hillary como Donald Trump, el candidato republicano que entre otras perlas ha prometido construir un muro para que los mexicanos no entren en Estados Unidos, tenían el mismo índice de desaprobación: 57%.
En otra encuesta el 60% aseguró que Clinton no compartía sus valores y el 64% piensa que ni es honesta ni alguien en quien confiar. Lo curioso es que hace muy poco que Hillary es así de despreciada. Cuando fue secretaria de Estado durante la primera presidencia de Barack Obama, el 66% de público la adoraba.
Dice David Brooks, un columnista estrella de The New York Times, que el problema principal de Hillary es que la gente la ve como “demasiado profesional”. En un mundo cada vez más conectado donde todos compartimos nuestra vida personal en cada vez más redes sociales, el electorado, especialmente los jóvenes, quieren ver una cara más cercana de los candidatos.
No basta con tener el currículo político más brillante de la historia de las carreras presidenciales. Hillary genera también rechazo porque no es espontánea, porque no se sabe en qué emplea su tiempo libre. De hecho, porque se duda de que tenga tiempo libre. Y a la gente le cuesta generar empatía con alguien que vive solo por y para el trabajo.
Así que Hillary, dicen los analistas, ha de remangarse un poco si quiere llegar a un electorado verdaderamente amplio. Que Trump vaya a ser su oponente parece un buen motor para ello. Esta misma semana ella, o quien maneje su cuenta de Twitter, le dio un gran zasca al magnate.
Después de que este publicara un tuit diciendo que Obama era el único que apoyaba a una “fraudulenta” Clinton, la cuenta de la candidata soltó: “Borra tu cuenta” y Twitter estalló en júbilo. Su tuit tiene más de 450,000 retuits y medio millón de 'me gustas'. Quizá aquella mordaz Hillary ha estado solo esperando el mejor momento para volver.