Cenar En La Cárcel Ya No Es (Solo) Cosa De Delincuentes

En el restaurante InGalera, tanto los camareros como los ayudantes de cocina están cumpliendo condena, aunque trabajan a las órdenes de un chef y un maître que son profesionales externos.

Como si fuera la versión Orange is the new black de Master Chef, en el restaurante InGalera, tanto los camareros como los ayudantes de cocina están cumpliendo condena, aunque trabajan a las órdenes de un chef y un maître que son profesionales externos.

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Es cierto que comer o cenar allí pica en el bolsillo, pero es que la cocina es de calidad y la presentación de los platos también. Sólo con leer el menú ya se hace la boca agua, con propuestas como “Muffin al queso Pecorino y menta con crema de calabacines”, “Solomillo de ternera con cerezas y martini blanco”, “Solomillo de buey a la cerveza oscura con sésamo crujiente”…

¿Cómo se les ocurrió la idea? Pues es algo que ya viene de lejos y que forma parte de la evolución del proyecto ABC catering, una cooperativa social que arrancó en 2004 y que da trabajo a cerca de 50 internos. Se les ofrece formación profesional en restauración, facilitándoles el contacto con expertos de la industria e involucrándoles en el trabajo, que incluye servicios de catering, pizzas para llevar y elaboración de dulces. Esos reclusos formados son los que están trabajando en InGalera, vestidos con traje y corbata, sirviendo platos en un local moderno y minimalista, como si por unas horas pudieran escapar de la cárcel aún estando dentro de ella.

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“¿Por qué precisamente aquí? Desde hace muchos años trabajamos junto a personas que se encuentran cumpliendo una pena de prisión por causas diferentes; cada uno de ellos saldrá y nuestro objetivo es que vuelvan a la sociedad con la dignidad del ciudadano que respeta las normas", explican desde InGalera su iniciativa y añaden: "Con el tiempo hemos aprendido que la reincidencia disminuye extraordinariamente cuando la cárcel favorece las ocasiones de formación profesional y la ocupación en un trabajo de verdad, cosa que les transmite la “cultura del trabajo””. Lo cierto es que los números lo demuestran, porque sólo un 10% de los reclusos que pasaron por la cárcel de Bollate se han vuelto a meter en líos con la justicia.

Es una buena manera de que la gente 'libre' esté en contacto con los internos y se destruyan los estigmas y los tópicos que no ayudan a nadie. Así los presos ven que es posible ganarse la vida de forma legal y honrada, van llenando su currículum y se preparan para la segunda oportunidad que les está esperando fuera, en libertad.

Crédito de la imagen: Gianni Cipriano para The New York Times