Es curiosa la poca importancia que se le da socialmente a los profesores en la vida de las personas. A mí, sin duda, ha habido algunos que me han marcado, por suerte sobre todo para bien, pero también en alguna ocasión para mal. Es tan poca la importancia que le damos que en el caso de algunos de ellos, ni siquiera se la dan a sí mismos.
Después de la familia, los profesores son los siguientes con la capacidad y autoridad suficiente para influir en algunas decisiones importantes de nuestras vidas. Querido profesor, si tienes claro eso, por favor utilízalo con inteligencia y responsabilidad, es un poder con el que no muchas personas cuentan. Si crees que no vas a utilizarlo, te estarás equivocando, pues no hay manera de no hacerlo. Ignorarlo supone privarnos de muchas cosas importantes más allá de un temario que los alumnos esperamos recibir.
Especialmente en la universidad, cuando hemos escogido aquello de lo que más nos gustaría saber. En nuestra cabeza, un profesor debería ser como un ser de sabiduría suprema; deberíamos atenderle y escucharle con admiración. Pero cuidado, no basta con abrirnos una presentación de Power Point reciclada año tras año que no aporta más que palabras y que se pasa de alumno en alumno, generación tras generación. Esto es señal de que seguramente no necesite asistir a tus clases y, aunque pueda parecer que es lo que todos queremos, no lo es.
¿Y qué es lo que esperamos?
Inspiración: preferimos que seas un referente de inspiración que nos ayude a andar el camino hacia donde queremos ir con pasión. Que lo que me cuentes me inspire de tal manera que se me activen las neuronas y solo quiera poner en marcha mis ideas, por muy absurdas que sean.
Pasión: que se me contagie tu pasión por lo que haces, a lo que te dedicas y me sirva para no olvidar por qué elegí esos estudios y no otros.
Semejanza: quiero poder pensar que algún día me gustaría ser como tú profesionalmente hablando, saber lo que tú sabes y entender mi trabajo como tú lo entiendes.
Valores: quiero aprender más que conocimientos; quiero aprender valores y quiero conocer experiencias que me puedan aportar una visión más humana y más real de lo que me estás enseñando.
Aprender por mí mismo: quiero que tú me cuentes algo de tal manera que yo no pueda olvidarlo. Una vez alguien me contó que cuando aprendes algo por ti mismo es mucho más difícil de olvidar que si solo te lo cuentan. Enséñame a aprender.
A ti, que tienes ese poder tan especial sobre tantas personas que pasan por delante de tus ojos a lo largo de tu vida, quiero pedirte que lo exprimas y que hagas de él algo suficientemente importante como para que sea conocido y apreciado socialmente como lo que es.