Si eres un tío/a importante, tienes algo que ver con el negocio del petróleo o, peor aún, si eres juez o candidato presidencial no cojas un avión en Brasil. Bueno, no cojas un avión en América Latina. En la tarde del jueves, el avión privado en el que viajaba el magistrado del Tribunal Supremo brasileño, Teori Zavascki, se estrelló en las costas de Paraty, un lugar paradisíaco entre los estados de Río de Janeiro y Sao Paulo.
La cosa huele muy, pero que muy mal. Mucho. Pero si echamos un ojo al historial de muertes en avión en América Latina en los últimos años, veremos que es algo que pasa con bastante frecuencia. Personas clave de la política o la justicia de Brasil, Ecuador y Panamá han perdido la vida en extraños accidentes aéreos en circunstancias poco claras.
En el continente americano, especialmente del Río Grande hacia abajo, todavía están muy presentes en el imaginario colectivo los accidentes casi simultáneos del presidente ecuatoriano, Jaime Roldós, y el del líder revolucionario panameño, Omar Torrijos. El primero sucumbió en mayo de 1981 en un vuelo entre Quito y Macará al estamparse junto a su esposa y el ministro de Defensa contra el Cerro Huayrapungo por un paro en los motores en el avión presidencial. Curiosamente, Roldós tenía planeado reorganizar los hidrocarburos y acabar de su dependencia de los Estados Unidos. La teoría del misil lanzado por un avión del propio ejército ecuatoriano a orden de Ronal Reagan está ampliamente aceptada en el país de Rafael Correa.
Otro tanto ocurrió tan solo dos meses después con Torrijos, líder máximo de la Revolución Panameña. Su avión DHC-6 se estrelló en la colina de Santa Marta el 31 de julio supuestamente debido al mal tiempo. El hecho de que solamente se encontrase la cola del avión y completamente intacta hizo pensar en la colocación de un explosivo en el transporte presidencial. A esto se sumaría que los archivos del gobierno panameño sobre la muerte de Torrijos se destruyeron durante la invasión del país por Estados Unidos, entre diciembre de 1989 y enero de 1990. Según las malas lenguas, la muerte de ambos respondió al plan 'Halcón en Vuelo' de la CIA.
Pero en el caso de Brasil vayamos por partes, que la cosa tiene pelos. El juez Zavascki, de 68 años, era el responsable de las investigaciones del caso Petrobras, el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil, y en las próximas semanas tenía previsto aceptar a trámite las confesiones de los 77 ejecutivos de la constructora Odebrecht, incluido su presidente Marcelo Odebrecht, que prometía desencadenar el apocalipsis en un país al borde del colapso.
Nada menos que 200 políticos de 18 partidos. Desde la expresidenta Dilma Rousseff y su padrino Lula da Silva, pasando por el líder de la oposición, Aécio Neves; el expresidente del Senado, Renan Calheiros; y el actual y controvertido presidente de la República, Michel Temer. Es decir, toda la élite política del mayor país de América Latina. De hecho, a estas alturas y después de ver el bochornoso Michel Temer moción de censura de Rousseff, no hay duda de que todos metieron mano y el brazo entero en la petrolera semiestatal Petrobras.
Aquí es donde la paranoia comenzaba en el país de la samba. En agosto de 2014, apenas dos meses antes de las últimas elecciones presidenciales de Brasil que Rousseff ganó por la mínima, el avión del candidato del Partido Socialista Brasileño PSB, Eduardo Campos, se cayó sin aparente explicación en Sao Paulo. Su muerte propició el ascenso meteórico de Marina Silva y liberó el camino al Partido de los Trabajadores PT de Rousseff para arrasar en el Nordeste del país. A pesar de los esfuerzos de Silva, candidata ‘ecologista’ pero impulsada por el Banco Itaú, ni ella ni Aécio Neves consiguieron doblegar a Dilma que acabó imponiéndose.
Como desveló gracias a un cable de Wikileaks el premio Pulitzer, Glenn Greenwald, los planes de las petroleras yankees con Chevron a la cabeza y la derecha brasileña, de privatizar las enormes reservas petrolíferas del ‘presal’, 176.000 millones de barriles gestionados en exclusiva por Petrobras, se fueron al traste. Quizá por ello valía la pena tirar de la manta con el chiringuito que había montado en la petrolera y del que habían participado todos los partidos desde el minuto uno. Gracias al escándalo se debilitaría a la presidenta, se dispondría a la sociedad a aceptar un impeachment más que dudoso y se arruinaría la empresa para poder privatizarla. Un plan perfecto que se les había ido de las manos.
Tanto los investigadores de la Policía Federal como los jueces del Tribunal Supremo se habían creído demasiado la película y la estrategia podría llevarse por delante a sus maquiavélicos creadores Michel Temer y Renan Calheiros, como ya ocurrió con el ‘cerebro’ del impeachment, Eduardo Cunha. Ahí es donde el repentino accidente de avión de Zavascki, quien en su día había sido nombrado por Rousseff, encaja demasiado perfectamente: muerto el perro se acabó la rabia suele decirse.
Es por ello que el culebrón brasileño podría acabar con un broche de oro. El presidente Temer, metido hasta el cuello en el escándalo de Petrobras, será el encargado de nombrar al sustituto de Zavascki. Si esto ocurre, el presidente habrá blindado para siempre su futuro y el de los suyos. Solo falta ver qué ocurrirá con la que, en su día, fue la mayor compañía de América Latina: Petrobras.