Plantéate esta situación: tienes un trabajo estable, en el que te pagan bien. Haces lo que te gusta, estás aprendiendo, construyendo tu futuro. Pero algo falla. Tienes una sensación que no sabes explicar. Como si algo te lastrase, como si te faltase alguna herramienta para desarrollarte como a ti te gustaría y realizarte plenamente.
¿En qué lo notas? En que llegas a casa y no puedes parar de pensar en cómo sería tu vida si no tuvieras ese trabajo más o menos maravilloso. Tienes muchas ideas y rara vez te separas de tu cuaderno de notas, en el que las apuntas todas pensando en que, quizá, algún día, tendrás tiempo para hacerlas realidad. Aunque, tal vez este planteamiento no sea el correcto y, más que tiempo, lo que de verdad te haga falta es añadir unas gotitas de osadía a tu café de la mañana. ¿Asusta, eh?
Pero el éxito es de los valientes. Valientes como Ana Monsalve que, a pesar de tener un trabajo fijo diseñando zapatos de mujer para una gran empresa, decidió hace unos años que esos bocetos que dibujaba sin parar en su cuaderno no tenían que depender de que sus jefes los aprobasen. Ana decidió entonces establecerse por su cuenta. No se dejó asustar por la crisis, ni por aquellos que le dijeron que era mejor tener un trabajo fijo que asumir el riesgo de trabajar para uno mismo. Y así echó a andar la firma de zapatos de diseño para mujer Ana Monsalve.

“Es una sensación increíble: cuando estás delante del papel y las ideas empiezan a surgir solas, tu corazón te dice que estás haciendo lo correcto”. Ana tiene 33 años, es de Madrid y desde hace 3 dirige junto a su hermana Manuela su propio negocio. “Tenía buenas ideas, experiencia y muchas ganas de trabajar, ¿por qué no iba a hacerlo entonces?”.
En su estudio de Alicante diseña los zapatos que luego se materializan en el taller familiar de Elda y que se ponen a la venta en tiendas de toda España y también a través de su página web. “Siempre imagino zapatos de calidad para mujeres que quieren ir cómodas y femeninas, zapatos que se convierten en el compañero del día a día para cientos de chicas”.
Así contado parece fácil, un sueño hecho realidad. Lo cierto es que Ana tenía respaldos: una clientela fija enamorada de sus diseños y el apoyo económico de su familia. Sin embargo, esta historia nunca habría pasado del papel si Ana no hubiera asumido determinados riesgos: “Muchos de mis amigos y familiares me decían que si estaba loca, que cómo iba a dejar un trabajo fijo para embarcarme en un proyecto que no sabía cómo iba a terminar. Pero yo sentí que era mi momento, que si no me atrevía entonces, no lo haría jamás y, simplemente, me lancé”.
Todo es cuestión de poner en una balanza y valorar las ventajas frente a los inconvenientes. Y también es fundamental encontrar el equilibrio entre el no dejarse desmotivar por los agoreros y el no lanzarse a la piscina sin comprobar antes si está llena. Hoy, la mirada de Ana es un torrente de ilusión y de ganas de seguir creciendo de hecho, está pensando en exportar sus creaciones a otros países, pero ella supo dedicar el tiempo necesario a sopesar los pros y los contras, a dejarse asesorar por quienes tenían más experiencia y a evitar que su pasión fuera por delante de su responsabilidad.

La historia de Ana puede servir de ejemplo para muchas personas que están pensando en hacer como ella. Por eso, la próxima vez que te sorprendas imaginando los detalles del que podría ser el negocio de tu vida, aquel para el que has nacido, no lo descartes de plano. Piensa más bien en Ana y en gente como ella que, añadiendo esas dos gotitas de osadía a su café de la mañana han logrado el increíble objetivo de autorrealizarse y alcanzar el éxito profesional haciendo lo que más les gusta.