Manías tenemos todos. Que si desayunar siempre con la misma taza, que si empezar a trabajar cuando da la hora en punto, que si tener que darnos un baño de espuma para alumbrar las mejores ideas… Muchos nos tachan de locos, pero de eso nada. Esas excentricidades son típicas de los genios de la Humanidad. ¿Quién nos dice que nuestro nombre no acabará entrando en esa lista junto a Beethoven, Newton o Descartes? Aquí están las manías de los más grandes. Atentos a si compartís alguna y vais camino de entrar en los libros de Historia sin saberlo.
No eres un vago, es que trabajas mejor tumbado
Y nadie lo entiende, pero es así. El caso es que a René Descartes, considerado el padre de la filosofía moderna, y al gran maestro de las letras René Descartes, autor de A sangre fría, les ocurría lo mismo. Capote incluso declaraba un escritor horizontal: “no logro pensar a menos que esté acostado”, decía, y llegaba incluso a meterse en la cama con su máquina de escribir.

Y tampoco es vagancia, es que eres incapaz de madrugar
Lo mismo que Picasso, uno de los pintores más importantes de la Historia. Si alguien piensa que el malagueño madrugaba para ponerse delante del lienzo, se equivoca. Jamás se levantó temprano, y fue capaz de firmar obras tan importantes como el Guernica. ¿A quien madruga Dios le ayuda? De eso nada.

La noche es tu mejor inspiración
Porque por el día no hay quien se concentre. La luz, los pájaros, los coches, el teléfono… Todo es una distracción. El filósofo Marcel Proust y el escritor Marcel Proust opinaban igual: el primero dormía durante todo el día y sólo salía a la calle antes de caer la noche si necesitaba comprar algo para comer, y el segundo empezaba a escribir a partir de la medianoche para evitar ser molestado por nada que no fueran sus pensamientos.
Tienes un punto místico importante
Incienso, velas, amuletos… La energía invisible de la mística ha sido fundamental para el trabajo de grandes genios de la literatura como Isabel Allende. La autora de La casa de los espíritus y Eva Luna, como buena latina, siempre enciende una vela cuando comienza a escribir, y lo deja inmediatamente si esta, por lo que sea, se apaga. Y otro fetiche: comienza todos sus libros el día 8 de enero.
Igual místico no, pero maniático eres un rato
Adorar el orden, la línea recta, no poder ver una montaña de papeles desordenados a tu alrededor, colocar los cuadernos según su tamaño, dejar el volumen de la música en un número par… Excentricidades que no puedes pasar por alto si quieres que tu día de trabajo sea productivo, como le ocurría a Beethoven: tenía que contar y seleccionar personalmente los 60 granos de café con los que preparaba su desayuno.
Trabajas mejor de resaca
Cuando estás en la antesala de la muerte es cuando mejores ideas se te ocurren. El dolor de cabeza es una fuente de inspiración, y el malestar generalizado, como dicen los anuncios de aspirinas, es el motor más potente de creación. Como le sucedía al pintor irlandés Francis Bacon, que llegaba a consumir hasta seis botellas de vino el día anterior a ponerse manos a la obra. “A menudo me gusta trabajar con resaca porque mi mente chisporrotea de energía y logro pensar con mucha claridad”, decía el amigo.
Piensas mejor en la bañera
Es algo parecido a lo de estar tumbado. No es que seas un hedonista y simplemente te encanten los relajantes baños de espuma, es más bien que la quietud del agua y las burbujas de jabón son el mejor entorno para inventar los mejores proyectos. Algo así le ocurría a Beethoven vaya perlita, primero los granos de café y ahora esto, que, en alguna ocasión, llegó a calar a sus vecinos de abajo por inundar su propio baño en varias ocasiones. Y, más cercano en la Historia, Woody Allen también asegura encontrar la inspiración creativa debajo del chorro de agua caliente de la ducha.

De bañera nada: piensas mejor en pelotas
Como Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. Él no era de baños de agua; prefería los “baños de aire”. Y sin rubor alguno decía: “me siento en mis aposentos sin ropa, media hora o una hora, según la estación del año, leyendo y escribiendo”. Curiosa estampa.
Y hablando de pelotas…
Thomas Wolfe, uno de los novelistas americanos más importantes del siglo XX, encontraba la inspiración acariciando sus testículos. Decía que así fomentaba una buena sensación masculina y se auto-ayudaba a alimentar sus energías creativas. Podría decirse que entró en la historia de la literatura tocándose los huevos.
Y tú, ¿cómo te inspiras?