Las elecciones autonómicas en Cataluña han dejado muchos momentos remarcables, imponiéndose el absurdo por mayoría absoluta. Nuestra clase política nos honra. Pero sin duda lo más irrisorio han sido los intentos por parte de diversas personalidades de la política de aprovechar lo sucedido en Cataluña para sumar puntos a su favor, de una manera o de otra. Y cuanto más ajeno se es a la cuestión catalana, peor. Veamos tres ejemplos.
El Ave Fénix resurge de entre sus cenizas
Esa leyenda de la política nacional, al que muchos se refieren orgullosos como “el mejor presidente de la Democracia”, ya amenazó en su día con volver a los ruedos si su patria le requería. Como Batman, pero sin Batmóvil.
Para quien no se acuerde, Aznar avisó en mayo del 2013 de que se necesitaba "un proyecto renovado" y de que cumplirá “con su responsabilidad y su conciencia”, como buen español, en caso de que tuviera que venir a echar una mano, a salvarnos de la ineptitud de quienes nos gobiernan, especialmente de Rajoy, con quien lamentaba haber tenido un sola conversación desde que ganara las elecciones —¿qué alma descerebrada pasaría por alto su consejo?—.
Así que lo ha vuelto a hacer, preparando al incauto, avisando de que puede que no esté presente, pero está vigilante. Ha vuelto a criticar al Gobierno de Rajoy con motivo del batacazo electoral del Partido Popular en Cataluña. En esta ocasión, en un tono algo más tajante y perentorio: “La primera regla de la política es que pierdes todas las batallas que no das [...]. Lo que ha pasado en España en los últimos años es que solamente ha jugado un equipo y ese equipo ha ido ganando terreno".
"Ya va el quinto aviso de los votantes", zanjó, "y no se puede desoír", en referencia a la pérdida de 8 escaños respecto a las pasadas autonómicas.
Y de fondo suena Gonna fly now y se ve al expresidente subiendo enérgicamente las escaleras del Congreso de los Diputados.
Rivera calentando motores para las generales
Mientras media España andaba pendiente de cómo vería CUP la posibilidad de pactar o investir a Mas como presidente de la Generalitat, o de la impostada euforia de Junts pel Sí, Albert Rivera andaba tratando de arrimar el ascua a su sardina en el plano nacional.
Con los resultados electorales en la mano pero con la vista puesta ya en las generales, Rivera declaró que "sin el éxito de Ciudadanos, hoy podríamos estar ante una mayoría independentista", y que “sin proyecto para Cataluña, no podemos gobernar España”.
No habrá que leer demasiado entre líneas para entender que, pese a tratarse de unas elecciones regionales en Cataluña, no era un mensaje pensado para satisfacer tanto a los catalanes como sí a los votantes españoles, presentándose a sí mismo como el único garante de la unidad nacional. Algo así como vótenme a mí, que les salvaré del nacionalismo, pero también de la idiocia del resto de la derecha.
Pablo Iglesias, el mesías
Tampoco podía faltar el señor Iglesias a esta fiesta de la autoveneración, enamorado como está por su propio discurso. “Si Podemos gana las elecciones generales, habrá un referéndum en Cataluña”, aseguró, presentándose una vez más como el redentor de las rencillas nacionales, el verdadero demócrata, el tío que entiende, en definitiva.
Pero claro, España y Cataluña no pueden ser los países que Iglesias promete si no le votamos para que gane las generales. Y visto que los partidos independentistas catalanes no han sumado todo el apoyo que esperaban, ahí está él. Él es la alternativa.