Viajar es tan importante para el ser humano como enamorarse

Somos nómadas en esencia. Estamos programados genéticamente para no quedarnos en un solo sitio.

¿Cuándo fue la última vez que viajaste? ¿Has ido a algún lugar este verano? La respuesta, muy probablemente, será que si fuiste a algún lado fue por tu región, explorando el turismo rural, o volviendo a casa de tus padres, la mejor opción para aquellxs emigradxs. Algunxs, muy pocos, quizá hasta se aventuraron por alguna capital europea. Total, nada que nadie no sepa ya: el covid nos ha impedido viajar, y para muchos ha sido algo tristísimo y agobiante.

Y no, estar triste porque este año no has ido de viaje no es un first world problems, como dirían muchxs. Sí, viajar no está hecho para todos los bolsillos, pero la necesidad de moverse por el mundo, explorar y cambiar de aires es igual de importante como enamorarse. O así, al menos, lo defiende la revista National Geographic que, en un artículo de su versión estadounidense, “no es natural para el ser humano ser sedentario, viajar está en nuestros genes. La mayoría del tiempo que ha existido nuestra especie ha sido como cazadores nómadas moviéndose en bandas de 150 personas o menos”.

Incluso moverse y viajar era una opción de resolver conflictos que se creaban en estas pequeñas sociedades. “Si tenías que evitar un enfrentamiento, te movías a otro lado y volvías a empezar con otras personas”, una solución a los problemas vitales que, miles de años después, seguimos practicando. “Mudarse o visitar un sitio nuevo puede ser igual de impactante emocionalmente que un affair amoroso”, asegura la revista. Es por eso que, como explica la periodista de moda Joelle Diderich en el artículo, “a medida que muchas personas tenían que cancelar viajes, sentían tanta tristeza y decepción que hasta algunos llegaron a sentir malestar físico”. Y aunque la industria del turismo pueda ser abusiva y haya provocado graves conflictos sociales, ambientales y económicos, eso no quita que el servicio que proporciona sea esencial: porque viajar lo es, está programado en nuestros genes.

Otra de las emociones que explican este fenómeno es esa nostalgia de sitios en los que no has estado. De hecho, hay una palabra alemana que lo define: Fernweh, que es cuando echas de menos un lugar que solo has visto en series, películas o fotografías, pero con el que te has topado tantas veces que tu cerebro cree que lo conoce. Esta morriña es consecuencia de esta herencia genética, programada para querer viajar y moverse por el mundo, y aparece cuando quiere avisarte de que estás siendo más sedentarix de lo que a ti y a tu cuerpo os gustaría y necesitáis. 

Por supuesto, el ser humano “es adaptable” y “se acostumbra al sedentarismo”. Eso, sin embargo, “no quiere decir que debas renunciar a viajar”, explica National Geographic.