Si te mueres por ver mundo, estas 5 ciudades se ven en solo un fin de semana

Te sugerimos 5 ciudades ideales para conocer en 72 horas

Eres de los que te mueres por ver mundo y quién no, conocer gente nueva, otras culturas... pero desgraciadamente no vives del aire y tienes que trabajar. Tal y como están las cosas no puedes tomarte el lujo de pedir vacaciones, te las has exprimido todas en verano y sólo te quedan libres los fines de semana. No te preocupes, planificándote bien puedes hacer milagros y te sugerimos 5 ciudades ideales para conocer en 72 horas. Y, si me apuras, todavía llegas a dormir el domingo en tu cama para comenzar la semana con energía renovada.

Bucarest, Rumanía

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Una de las principales ventajas de esta ciudad es que no tendrás que dejarte lo que te queda de sueldo y, de paso, podrás decir que conoces la “pequeña París” del Este de Europa. Un mote que se ganó después de que el régimen comunista se liara a copiar los monumentos de la capital francesa. Por eso no puedes saltarte el Arcul de Triumf ni el Bulevardul Unirii, una especie de Campos Elíseos a la rumana. Tampoco olvides tomarte una birra en Caru’cu Bere, la cervecería más famosa del lugar y que te hará corroborar el halo de misterio que desprende Bucarest. Y si precisamente es eso lo que te ha traído hasta aquí, escápate al famoso Castillo de Drácula en realidad se llama castillo de Bran, a unas cuatro horas en transporte público.

Glasgow, Escocia

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Olvídate de esta opción si detestas la arquitectura y el arte, porque los aborrecerás todavía más. En Glasgow burbujean un mejunje de estilos, museos, galerías de arte y espacios creativos. Pero entre tanta cultura también hay espacio para la diversión, cuyo altar está en el barrio del West End, un barrio repleto de bares, restaurantes y cafés. Un consejo: no te vayas sin visitar los Jardines Botánicos o ningún escocés te lo perdonará.

Copenhague, Dinamarca

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No pierdas el tiempo al llegar y ve directo al puerto de Nyhavn: es uno de los puntos más turísticos precisamente porque es también uno de los que más valen la pena. Verás la estampa de casas con fachadas multicolores, decenas de terrazas y barcos de madera junto a los que probar, casi obligatoriamente, un 'smorrebrod': una típica rebanada de pan de centeno con camarones, salmón o arenques. Hacerse una foto junto a la famosa escultura de La Sirenita es casi un pecado en el hay que caer y, antes del mediodía, corre hasta el complejo que engloba los edificios de la realeza Amalienborg Palace o Frederiksstaden para ver el folklórico cambio de guardia. Aprovecha y contempla las vistas impresionantes desde la Iglesia de Mármol, y si necesitas hacer algunas compras antes de volver, la zona de Stroget es tu sitio.

Montpellier, Francia

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Es el lugar perfecto para visitar con calma y alargando al máximo el fin de semana sin regresar muerto el lunes de tanto caminar. Tiene una de las universidades más antiguas del continente, por lo que no faltan ni ambiente ni gente joven. Un buen lugar para comenzar es la Plaza de la Comédie, que ofrece todo un cócktel de bienvenida: rodeada de tiendas y cafeterías aunque muchas agujereen el bolsillo, acoge el edificio de la Ópera Comedie en una esquina y, en la otra, uno de los varios parques de la ciudad, la Esplanade Charles de Gaulle.

Otro plan es llegar al Paseo Peyrou y subir al Chateau de Eau, el punto más alto de la ciudad, desde donde se puede ver el Mediterráneo en días despejados. Y si el mar te pone melancólico, también puedes llegar en autobús a Palavas-les-Flots, una pequeño y pintoresco pueblo de costa al sur de Montpellier.

Ginebra, Suiza

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Aunque lo ideal es quedarse al menos una semana para aprovechar los Alpes suizos, un finde es tiempo más que suficiente para disfrutar de Ginebra. Los imperdibles son el centro histórico y su Cathédrale Saint-Pierre, desde donde contemplar una de las mayores panorámicas del lago Lemán. También el parque de Bastions y, sobre todo, el conocido Jet d’Eau, una de las fuentes más altas 140 metros. Pero si no aguantas estar tan cerca de las montañas y no pisarlas, no pierdas el tiempo y coge un bus hasta el Salève, el mirador privilegiado de la ciudad pese a que en realidad está en frontera francesa.