Todo lo que he aprendido sobre la amistad viajando a mi bola

Ni tus mejores amigos de toda la vida ni la gente que te vas encontrando mientras das la vuelta al mundo, los amigos son algo mucho mejor

"Los humanos estamos naturalmente inclinados a juntarnos por las cosas que tenemos en común". Es por ello que cuando dejamos la universidad perdemos el contacto con gente con la que creíamos que compartíamos mucho, pero, en realidad, solo nos unía a ellos el cariño de pasar tiempo juntos o la presión común que tenemos en esa etapa de la vida. Están los que se juntan por un hobby, por su capacidad de charlar, porque han tenido hijos antes que nadie y, finalmente, están los viajeros solitarios. Ellos no es que renieguen de la amistad, como explica en un artículo precioso la periodista británica Annabel Fenwick Elliott, después de tres años de trotamundos a su bola.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Speckles, I shall keep you forever. Even if it means forced ferris wheels and coerced horror movies ❤️ 🐔

Una publicación compartida de Annabel Fenwick Elliott @annabelmaud el

Suelen ser gente de entre 20 y 30 años, con ganas de desconectar, tomarse una pausa y sobre todo conocer culturas nuevas. Annabel, que se financió esos tres años escribiendo sobre viajes, ahora tiene más amigos de fuera que en Londres, donde vive. Su primera lección fue pasar un mes en Tailandia con su mejor amiga del instituto. Se conocían tanto que ni se lo pensaron. Hicieron las maletas y se fueron. Su intolerancia, que hasta ese momento era tolerable porque pasaba desapercibida entre las clases y los planes del día a día, se volvió insoportable en el mismo avión de ida. "Se quejaba de forma impulsiva sobre el aire acondicionado. También tenía un secreto, me confesó que borracha se había acostado con mi novio poco antes del viaje", cuenta Annabel y sigue contando barbaridades que estallaron durante el viaje.

Poco después, cuando llegó a Australia hizo una amiga. Y en nada tuvo la sensación de que la conocía desde siempre. Luego hizo un crucero por la Antártida con un pequeño grupo. Entre varias parejas cincuentonas, había cinco solitarios como ella: compatibles, divertidos, sencillos. Había encontrado la amistad en el lugar más inhóspito de la Tierra. Cuando se acabó el viaje, se prometieron reencontrarse y lo hicieron. En Bali, Berlín o Sudáfrica. Pero llegó el día en que una quedó embarazada, otra encontró un buen trabajo... y poco a poco fueron volviendo a casa. ¿Prometieron volver a verse? Por supuesto, pero...

Amigos a distancia

Mantener el contacto con alguien que no comparte tu día a día es complicado. Empiezas con ritmo gracias a Whatsapp o Facetime, pero poco a poco te vas centrando en tu vida, porque no puede ser de otra manera. Además, tienes que enfrentarte a volver a casa y volver a hacerte tu rutina, que es muy difícil y prácticamente tan solitario como viajar. "Igual que la psicoterapia funciona, hay algo liberador al compartir tus secretos con un extraño; alguien que no sabe nada de ti ni de tu círculo cercano. De hecho, la ciencia explica por qué estar en un avión nos deja un sentimiento de humanidad que no tenemos en tierra firme, lo que explica seguramente por qué el mes pasado me descubrí, y no por primera vez, en una relación profunda con un extraño en un avión", concluye Annabel.

La amistad es algo que surge cuando bajamos la guardia y descubrimos que esa relación es inevitable: ni pasar demasiado tiempo con alguien ni compartir la afición al cine van a hacer que seamos realmente amigos. Y eso es lo que aprendió Annabel durante su viaje: los humanos necesitamos rodearnos de gente y por eso nos unimos por las afinidades que hay entre nosotros. Pero la amistad es otra cosa.