Vivir la masculinidad sin expectativas tóxicas te hace más feliz

La rigidez del patriarcado en cuanto a lo que "debería ser un hombre" supone que muchos no puedan vivir de acuerdo a sus propios valores y sentimientos

La masculinidad hegemónica es una perspectiva dominante de la masculinidad que, aquí y allá, dinamita las apariciones de cualquier otra variedad de masculinidad. Como cuando en el colegio un niño escogía el color rosa y el resto de niños se burlaban de él. Rápidamente, aprendía que no debía hacerlo más si quería seguir siendo considerado lo suficientemente masculino. Porque, como asegura el especialista Cassino en Inverse, "en la escuela secundaria, o posiblemente antes, la masculinidad se vuelve performativa: actúas como lo hacen tus amigos porque eso es lo que se espera de ti". Al menos hasta que maduras.

"Una vez tienes la edad suficiente para reflexionar sobre tus propios valores y comportamiento, es esencial separar ambos y comenzar a centrarte en cuáles son tus propios valores más allá de la fachada construida", agrega Cassino, coautor del ensayo Gender Threat: American Masculinity in the Face of Change. Y no solo por los beneficios que tiene esto para la sociedad y, muy especialmente, para las mujeres, sino también por todo cuanto aporta el cuestionamiento de la masculinidad tóxica a nivel de felicidad propia. En general, tal como dicen desde Inverse, "desarrollar un estándar más flexible es un regalo de salud mental".

Y no son simples suposiciones. Se han realizado investigaciones al respecto y la conclusión es clara: "los hombres que tienen suposiciones tradicionales sobre la masculinidad tienen más probabilidades de estar deprimidos que los hombres que no las tienen". Hasta tal punto que la Asociación Estadounidense de Psicología emitió pautas especiales dedicadas a los profesionales de la salud mental para que trabajaran este aspecto con los hombres y con los niños. Un fenómeno que puede deberse a dos circunstancias. La primera de ellas es que tener la mente abierta y desafiar las creencias propias siempre es beneficioso.

La segunda de ellas tiene que ver con las expectativas. En ese sentido, Cassino utiliza una analogía muy nítida: si únicamente conociéramos el sexo a través de la pornografía, nuestra concepción del sexo sería incompleta e incluso errónea en ocasiones, lo que podría desembocar en una mayor decepción ante el sexo real. Y esto se puede extrapolar perfectamente a la masculinidad y las relaciones sentimentales o sexuales. Al fin y al cabo, no solo conlleva pautas de comportamiento rígidas, sino también expectativas acerca de cómo deben ser las cosas y cómo deben comportarse las mujeres. Es la crónica de una decepción anunciada.

¿Pero cómo podemos percibir que nuestra idea de la masculinidad requiere de una revisión? Según Cassino, cuando notemos que lleva estancada mucho tiempo, ya que "madurar es un proceso" y nunca termina. Toda concepción del mundo debería ampliarse y reevaluarse permanentemente. "No importa cuán saludable sea uno, no importa cuán saludable sea el entorno familiar: nadie nace maduro". Por eso es fundamental mirar dentro de uno mismo y preguntarse de dónde provienen las ideas propias, así como estar dispuesto a variar de enfoque ante nuevas interacciones, experiencias y reflexiones. Tu mente te lo agradecerá.