El polémico experimento social en alta mar que demostró que todos podemos convertirnos en asesinos

El antropólogo Santiago Genovés reunió a 11 voluntarios de todo el mundo para intentar explicar el origen de la violencia

Mucho antes de que existiera Gran Hermano, los antropólogos ya experimentaban con grupos de personas encerradas en un espacio reducido. Ha sido una de las mejores formas para entender el comportamiento humano, para definir arquetipos de comportamiento, tendencias, reacciones a ciertos estímulos. Todo esto lo llevaba trabajando años Santiago Genovés, un antropólogo, cuando se quedó encerrado en un avión secuestrado. Él, que quería entender el origen de la violencia en una época efervescente para los movimientos pacifistas, había acabado en un laboratorio sociológico improvisado.

Por suerte, como explica la BBC, el secuestro terminó bien para Genovés y acabó maquinando un experimento mucho más ambicioso y planeado que, casi medio siglo después, se ha convertido en un documental disponible en Movistar +. En 1972, Genovés lanzó una convocatoria en varios periódicos internacionales para reunir a 11 voluntarios de distintos países, religión y etnia que quisieran pasar tres meses en una balsa para cruzar el Atlántico a vela. Los participantes fueron elegidos por su potencial por acabar liados entre ellos porque Genovés tenía la teoría de que el sexo y la violencia van muy relacionados —en la barca se juntaron desde un japonés a un predicador evangélico de Angola—. El objetivo final del experimento era entender a pequeña escala por qué la humanidad es como explica la BBC.

Primer fiasco

La barca salió de Las Palmas de Gran Canaria arrastrada por otro barco, que abandonó a la deriva el laboratorio flotante de 12 metros. A partir de entonces, los voluntarios y el mismo Genovés empezaron a interactuar y a construir sus dinámicas de grupo mientras se dirigían hacia México. La mayoría de ellos estaban casados y con familia, para enturbiar las relaciones que, efectivamente, se acabaron produciendo. Otro elemento que quería analizar fue la decisión de colocar en puestos de poder a las mujeres: quería saber si el hecho de que las mujeres tuvieran más capacidad de decisión iba a reducir la violencia. Para empezar, seleccionó a la capitana sueca Maria Björnstam, la primera mujer en conseguir el título de capitana de navío, para dirigir la expedición.

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Maria era soltera y tenía 30 años y, claro, Genovés creía que iba a ser una figura polémica. Pero mientras él pensaba que el sexo iba a llevar violencia, la tripulación funcionaba bien en ese espacio adverso. Hubo sexo, sí, e incluso había un cura católico a bordo para canalizar todos los tormentos de la que en la prensa acabó siendo conocida como "la balsa del amor" y donde se especulaba que se sucedían las orgías. Lo que no esperaba el antropólogo era que, por manipulador, todos empezaran a odiarlo hasta llegar a plantearse asesinarlo y deshacerse de la presión que ejercía sobre el grupo, como han asegurado en el documental La balsa varios de los participantes, ahora ancianos.

Si lo están contando es que llegaron a puerto. El experimento fue fallido pero Genovés se convirtió en uno de los antropólogos de referencia en la materia y el documental nos acerca ahora a ese tipo de experiencias que parecen dignas de los hippies que se oponían a la guerra de Vietnam pero que se siguen haciendo, por ejemplo, para construir los equipos de astronautas que irán a las expediciones espaciales. Está claro que intentar construir laboratorios humanos puede ayudarnos a entender ciertos comportamientos, pero el verdadero origen de la guerra y la paz por qué somos capaces de hacer el mal sigue siendo uno de los mayores misterios de la humanidad.