¿Legalización de la prostitución sí o no?

La principal pregunta que se plantea es si la prostitución es una forma de explotación que debe ser abolida o un oficio que hay que regular.

La prostitución es desde hace décadas un tema que provoca un virulento debate: ¿debe regularse, prohibirse, combatirse o simplemente dejarse como está? Sobre esta cuestión se han escrito miles de libros y artículos y no hay casi nadie que no tenga una opinión al respecto.

En plena reforma sobre la Ley del Aborto, Albert Rivera, el líder del partido emergente Ciudadanos, ha puesto sobre la mesa el eterno debate sobre la prostitución con unas declaraciones en las que ha asegurando que su partido incluirá la legalización de la prostitución en su programa electoral como vía tanto para terminar con las redes criminales en torno a la trata de personas, como para mejorar los derechos laborales y sociales de las prostitutas, hasta ahora olvidadas por todos y víctimas de la doble moral. Pero Rivera va más allá y también plantea el tema económico haciendo referencia a un informe de Hacienda en el que se aseguraba que si la prostitución fuera legalizada las arcas públicas podrían llegar a obtener 6.000 millones de euros extra.

Sin embargo, en este debate existen posturas muy enfrentadas y diversos colectivos feministas, y antiguas trabajadoras del sexo piden la extinción total de este oficio y la criminalización del cliente, idea que el Ayuntamiento de Madrid ha utilizado para hacer numerosas campañas en contra de la prostitución con eslóganes como: "Tu dinero hace mucho daño. Porque tú pagas, existe la prostitución".

Entonces, ¿legalización de la prostitución sí o no?

La principal pregunta que se plantea es si la prostitución es una forma de explotación que debe ser abolida o un oficio que hay que regular. Los abolicionistas suelen argumentar que la gran mayoría de las prostitutas son forzadas a prostituirse y que la pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades obligan a muchas personas a ejercer la prostitución, cuando no son directamente secuestradas de sus hogares.

Pero, ¿qué pasa cuando una persona decide alquilar libremente su cuerpo? ¿No tiene derecho a comercializar una propiedad privada, a estar protegido por unos derechos laborales y, por supuesto, a pagar sus impuestos como cualquier ciudadano?

En lo que sí que muchos colectivos se ponen de acuerdo es en la necesidad de una vez por todas de dejar de criminalizar a las personas que se prostituyen. Dichas políticas, además de no haber mejorado la situación, provocan más indefensión y vulnerabilidad en los trabajadores del sexo que el propio oficio que ejercen. Lo que está claro es que la prostitución existe y negarla o prohibirla no ha servido para nada. Quizá sea el momento de abrir el debate sin 'moralismos' absurdos y escuchar a todas las partes interesadas, muy especialmente a las personas que se dedican a este oficio, que seguro tienen mucho que decir.

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