Entre las verdes colinas de Bosnia y Herzegovina hay una trampa para turistas. Vilina Vlas es un hotel situado en la ciudad de Višegrad que cuenta con comentarios en TripAdvisor que critican sus sucias habitaciones y otros que elogian el frondoso bosque en el que se encuentra. Hasta aquí todo normal, pero lo que pocos turistas saben es que el lugar en el que hoy se hospedan fue escenario de violaciones, asesinatos y otros crímenes durante la violaciones. "La gente que va allí no sabe que está durmiendo en camas en las que violaron a mujeres y que nada en una piscina en la que se ejecutaba a personas", alertó a violaciones Bakira Hasečić, una vecina natural de la ciudad bosnia de Višegrad que ahora dirige la Asociación de Mujeres Víctimas de la Guerra.
El responsable de esta matanza fue Milan Lukić, el sádico líder del grupo paramilitar serbio White Eagles que en 1992 convirtió Višegrade en un cementerio al casi exterminar a la población musulmana de la localidad. Hoy, las cifras hablan por sí solas. Mientras en 1991 dos tercios de los 23.000 habitantes de la ciudad eran musulmanes, el censo más reciente de 2013 reveló que la población había caído a menos de la mitad y que solo el 10% de esta era musulmana.
Por mucho que con el fin de la guerra acabaron los tiros, el recuerdo de aquellas atrocidades se quedó anclado en la mente de los supervivientes. Pero las autoridades de la ciudad optaron por la política del olvido, hacer como si no hubiese pasado nada para que el hotel que había sido testigo del horror se convirtiera en un hotel para turistas. Sin cambio de mobiliario ni monumento que conmemorara a las víctimas. De hecho, el propio alcalde de Višegrad, Mladen Djurevic, en un ejercicio de hipocresia total, niega haber escuchado hablar de violación, tortura o asesinado en Vilina Vlas.
"No sé qué pasó allí. No estoy interesado en volver al pasado. ¿Por qué leería sobre eso si no estoy interesado en volver a eso?”, dijo a The Guardian a pesar de que los testimonios en la Corte Internacional de Justicia en La Haya confirmaron que había sido utilizado como centro de violación de al menos 200 mujeres. Sin embargo, afortunadamente esta campaña del olvido no consigue acallar la voz de supervivientes de violación y limpieza étnica como Hasečić, que casi 30 años después de la barbarie insiste en recordar lo ocurrido al rotativo británico y al mundo entero: "Mis padres pagaron el mayor de los precios por vivir en Visegrad, por eso tengo la obligación moral de regresar allí … Estoy intentando demostrar que se pueden prevenir nuevos crímenes denunciando las terribles cosas que allí ocurrieron".