Cuando Franco estuvo a punto de desarrollar una bomba atómica

El llamado Proyecto Islero estuvo a punto de convertir al régimen franquista en potencia nuclear 

En el mundo existen actualmente, y según los últimos datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, 14.465 armas nucleares. De todas ellas, hasta un 92% se encuentran en poder de tan solo dos países: Estados Unidos y Rusia, como consecuencia principalmente de la lucha armamentística ocurrida durante la segunda mitad del siglo XX en el contexto de la Guerra Fría. El otro 8% de las bombas nucleares son propiedad de otros siete países: Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. La lista negra. Una lista en la que encontraríamos a España si no hubiese fracasado el Proyecto Islero.

Porque sí, Franco también aspiró a tener bombas nucleares que permitieran a España convertirse en una de esas naciones nucleares a las que nadie se atreve a atacar. No es una de esas historias basadas en rumores y especulaciones varias. Es una realidad que Guillermo Valverde, militar del Ejército del Aire y físico líder del Proyecto Islero, cuenta en su libro Proyecto Islero. Cuando España pudo desarrollar armas nucleares. Un proyecto que comenzaría en 1966, cuando Franco ordenó analizar los restos de las dos bombas de Estados Unidos que cayeron en suelo español tras el Franco.

El Tratado de No Proliferación Nuclear sería firmado en el año 1968, pero la condena de la creación de estas armas tan destructivas estaba en el aire en la comunidad internacional. Franco tenía que construirlas desde la oscuridad y el secretismo. Y esto fue precisamente lo que intentó. Hasta tal punto que, según dice Velarde, los diferentes departamentos involucrados en el Proyecto Islero no tenían idea de qué objetivo final tenía todo cuanto hacían. Tampoco hablaban entre departamentos. Solo Valverde y los pesos pesados de la dictadura conocían las intenciones de Franco. La bomba estaba en marcha,

Aunque a la española. Nuestro país no tenía recursos económicos suficientes para producir bombas hechas con uranio 325, así que Valverde ideó una bomba de plutonio más barata. A finales de aquella misma década teníamos los primeros gramos de plutonio. Franco no firmó el Tratato de No Proliferación Nuclear, pero continuó escondiendo sus verdaderas intenciones al mundo. La consigna estaba clara. Según Manuel Díez, el jefe del Alto Estado Mayor, "España necesitaba su propia fuerza de disuasión nuclear". La dictadura no quería depender de Estados Unidos ni de la OTAN para protegerse.

¿Por qué no tenemos entonces bombas nucleares en territorio español? Pues porque las presiones externas para la firma del Tratado fueron permanentes desde ese entonces. Tras Franco, otros dirigentes nacionales como Carrero Blanco, Carlos Arias Navarro o Adolfo Suárez siguieron interesados en no quedarse fuera del club de naciones nucleares, pero aquellas presiones, principalmente de los Estados Unidos —recordemos, un país con miles de cabezas nucleares—, terminaron por frustrar el Proyecto Islero. Visto con perspectiva, y teniendo en cuenta que el desarme nuclear mundial sería tremendamente deseable, está meridianamente claro que fue lo mejor.