Drogas, peleas y amenazas: el Raval se está convirtiendo en la favela del centro de Barcelona

Los vecinos del barrio del Raval en Barcelona denuncian el repunto del narcotráfico de heroína y la ocupación de viviendas abandonadas.

El turista, guiri o viajero que haya visitado Barcelona y no se haya pegado una fiesta en el barrio del Raval no tiene ni puta idea de lo que quería decir Lou Reed cuando cantaba aquello de ‘Take a walk on the wild side’. Las estrechas callejuelas del antiguo ‘barrio chino’ son el reverso más canalla de la ciudad, el territorio donde prostitutas, proxenetas, traficantes, toxicómanos y demás personajes de la noche se entremezclan con asombrosa naturalidad con el alcoholizado turista sueco que se ha pasado la noche bebiendo en alguno de los bares del barrio y la mirada de resignación de los vecinos de toda la vida o ‘arrabaleros’.

Pero lo que no sabía nuestro amigo nórdico es que a apenas dos o tres calles del cosmopolita Macba —el museo cuya explanada atrae a skaters y hipsters de todo el mundo—, hay vecinos que viven cada día en lo más parecido a una favela que podemos encontrar en pleno centro de una gran ciudad española. “Vivimos acojonados. Hemos visto peleas entre traficantes con machetes de dos palmos y el otro día le reventaron la cabeza a uno en la puerta de mi casa”, confiesa uno de los vecinos de la plataforma Acció Raval que me insiste en varias ocasiones para que no incluya su nombre en el reportaje.

El pánico de Daniel llamémosle así y evitemos problemas a una represalia en forma de navajazo o paliza está más que justificado. Hace unas semanas, se unió junto a decenas de vecinos del Raval a la manifestación bajo el lema “Traficants foteu el camp” algo así como ‘Traficantes largáos de aquí’. Mientras recorrían las callejuelas exigiendo un barrio libre de drogas y violencia, tuvo que escuchar los insultos y las miradas amenazantes de los traficantes. Al llegar a su casa, alguien había grabado con un cuchillo la corona de los Latin King en su puerta.

“No sé si querían amenazarme o simplemente es una advertencia de que ya me tienen fichado. Lo que no tengo duda es que estos chavales dominicanos son muy peligrosos”, confiesa al otro lado del teléfono. Al hablar con él, no puedo evitar relacionarlo aunque aquí no haya metralletas de por medio con lo que vi en las favelas de Río de Janeiro donde los vecinos tenían dos opciones: vivir bajo las reglas que imponían los traficantes la mayoría lo hacían con total naturalidad o largarse bien lejos antes de que un tiroteo les pillase por el medio eso el que se lo podía permitir.

Pero antes de caer en una comparación sin sentido entre los suburbios de una de los ciudades más violentas del mundo y Barcelona —solamente en Río hay 14 asesinatos al día— contacté al portavoz de la misma plataforma para que me explicase un poco mejor qué ocurre realmente en el triángulo de las calles Riereta, d'en Roig y Vistalegre. “En esta zona del Raval tenemos un repunte fuertísimo de la venta de heroína que no se veía desde hacía décadas”, explica el portavoz que tampoco quiere ser identificado por su verdadero nombre pero que llamaremos Alejandro.

Según me comenta, el tráfico en la región está dominado por grupos de dominicanos y subsaharianos que, conscientes de la gran cantidad de pisos vacíos en el barrio, han ocupado las viviendas y establecido verdaderas sucursales de la venta de heroína en esas calles. “Echan abajo las puertas y montan el chiringuito en los edificios. Como te puedes imaginar las escaleras de los edificios se llenan de toxicómanos y prostitutas que acuden allí en busca de su dosis 24 horas al día. Muchos se pinchan o practican sexo allí mismo”, relata indignado Alejandro.

Hace ahora cuatro años, este vecino nacido y criado en el barrio tuvo que largarse de su casa tras plantar cara a los primeros narcotraficantes: “imagínate lo peligrosa que es esta gente para que decidiese salir de la casa en la que había vivido durante 20 años”. Sin embargo, la expansión del negocio de la heroína le ha vuelto a situar en la boca del lobo. Es por ello que Alejandro no puede contener la rabia al hablar de la impunidad con la que actúan los traficantes y el deterioro que está suponiendo en la calidad de vida de muchos vecinos.

“Se ríen en nuestra cara porque saben que a los Mossos d'Esquadra no les interesa combatir el narcotráfico de baja intensidad. A los vecinos del Raval nos tienen como ciudadanos de tercera categoría”, critica. En su opinión, esa “dejadez” de las autoridades responde a un interés por “limpiar la zona de vecinos” con vistas a una futura revalorización de la zona. “La mayor parte de los pisos vacíos son de los bancos y a estos no les interesa nada expulsar a esta gente. Más bien al contrario, cuando se larguen todos los vecinos podrán especular y crear otro barrio turístico más”, resume Alejandro.

Sin embargo, me cuesta creer que incluso la policía esté permitiendo la ‘favelización’ de uno de los principales barrios del casco antiguo de Barcelona así que me pongo en contacto con ellos. “En lo que va de año hemos efectuado 14 entradas en domicilios y 16 detenciones por tráfico de droga”, se justifican desde Mossos d'Esquadra a la vez que recuerdan que las investigaciones sobre los puntos de venta se realiza en colaboración de la Guardia Urbana y los propios vecinos.

“No podemos detener a todos los que frecuentan estos puntos de venta de droga si no se demuestra su vinculación directa con la actividad delictiva. Una vez queda demostrado que un piso se utiliza como punto de narcotráfico se inicia un proceso judicial para su desalojo a través del contacto con el propietario. El problema es que los plazos de actuación de la justicia muchas veces no son los que a todos nos gustaría”, aclara uno de los portavoces de la policía catalana que, sin embargo, no cree que haya un verdadero repunte del narcotráfico en la zona sino quizás “una mayor presión vecinal”.

Eso sí, al igual que Alejandro reconoce que la mayor parte de los pisos utilizados como puntos de venta de droga pertenecen a entidades bancarias o inmobiliarias que no tienen ningún interés en denunciar la ocupación y que, por ello, muchas veces los intentos de desalojar las viviendas no avanzan en los tribunales. Una queja que comparte incluso el Ayuntamiento de Barcelona y que ha llevado a los vecinos agrupados en Acció Raval a tomar una decisión desesperada: tapiar los pisos vacíos del barrio.

Aunque parezca difícil que la cosa vaya a cambiar de la noche a la mañana, los vecinos del Raval no han perdido la esperanza —y quizá esta sea la mayor diferencia con los habitantes de una favela de Río— de expulsar a los traficantes de su barrio. “El barrio es de los vecinos y no de los traficantes, lo que pretendemos nosotros es echarlos antes de que nos echen ellos a nosotros”, concluye Daniel al que las amenazas de los traficantes no han conseguido robar el ‘orgullo arrabalero’: “yo del Raval no me muevo, eso está claro”.