El caso Alcàsser de Netflix nos enseña lo lamentables que somos cuando nos posee el morbo

Desirée Hernández, Toñi Gómez y Miriam García desaparecen un 13 de noviembre de 1992 y son halladas muertas 75 días después, el 27 de enero de 1993

A finales de 1992, concretamente el 13 de noviembre y en la localidad valenciana de Alcàsser, Desirée Hernández, Toñi Gómez y Miriam García, tres amigas de 14 y 15 años, desaparecen. 75 días después, el 27 de enero de 1993, las encuentran asesinadas, torturadas, violadas y enterradas en La Romana, un paraje a unos 30 kilómetros de la localidad en la que vivían las jóvenes. Los cuerpos de las tres fueron encontrados en avanzado estado de descomposición. Estaban envueltas en una alfombra grande y colocadas en el interior de una fosa muy amplia que había sido excavada a propósito. Los cuerpos estaban maniatados y apilados uno encima de otro. Dos de ellos tenían la cabeza separada del cuerpo. Este brutal triple crimen, además de destrozar para siempre las vidas de las tres familias, estigmatizó la localidad de Alcàsser y dio resultado a lo que se conoció como el primer caso de telebasura en España. El dolor de las familias fue retransmitido a modo de show, superando todos los niveles éticos habidos y por haber.

Casi 26 años después, Netflix ha estrenado el pasado 14 de junio, una mini serie de cinco capítulos, El caso Alcàsser, en los que se desengranan los entresijos que convirtieron al caso en un espectáculo televisivo. A la vez, se intentan resolver algunas incógnitas que quedaron abiertas durante la investigación. La serie creada por Ramón Campos y Elías León Siminiani da saltos entre los años que duró la investigación y el juicio del único acusado Miquel Ricart, los demás se desconocen y la actualidad, donde se entrevistan a las partes protagonistas de todo el caso. Entre ellos el padre de Miriam, Fernando García, que fue la voz de la lucha que perseguía, sin descanso, que se hiciera justicia.

Dos teorías interminables

Para alguien que no haya seguido el caso de cerca y que, como en mi caso, apenas lo conocía —simplemente había leído algunas cosas por encima o escuchado las teorías que había desatado— es realmente duro conocer tan a fondo la historia. El hilo de la mini serie va creando continuamente dudas sobre lo ocurrido y parece que, durante todo el proceso, se revelará un aspecto que hará que todas las piezas encajen. Las incógnitas se columpian entre dos extremos: la sentencia del caso declaró culpable a Miquel Ricart de homicidio, a quien acusan de montar a las jóvenes en su coche, llevárselas a una casa abandonada, torturarlas, violarlas y las matarlas, junto a Antonio Anglés quien aún continua en paradero desconocido .

Pero el padre de una de las jóvenes, respalda otra hipótesis y defiende que hay algo más allá del homicidio: mafias, ritos satánicos y pedofilia. Este último punto nunca es probado al cien por cien. No obstante, como se explica en la serie, en los cuerpos de las jóvenes se hallan cinco pelos púbicos diferentes. Esto confirmaría que, al menos, cinco personas participaron en el crimen. Y este hecho es solamente una punta de las tantas dudas que parecen no tener respuesta.

Combate televisivo

A medida que se van reconstruyendo y explicando los hechos, por cierto muy bien relatados marcan las fechas, las horas, los días..., se va armando una potente crítica. Lo más conocido de este crimen, casi por desgracia, es el enorme revuelo generado en televisión y la serie se dedica a reprender sin freno a los medios de comunicación del momento, particularmente al programa De tú a tú, presentado por Nieves Herrero y ¿Quién sabe dónde? presentado por Paco Lobatón. Ambos se van enzarzando poco a poco en una lucha que tiene como objetivo alcanzar las máximas audiencias, hasta el punto de utilizar el dolor de las víctimas y de insertar las cámaras a pocos centímetros de los rostros destrozados de los familiares. El desagradable amarillismo alcanza su auge el día en que encuentran a las jóvenes, con un especial del programa De tú a tú, en el que la presentadora se acerca a la localidad y monta un show. Reúne a todos los familiares y a todos los ciudadanos en un teatro y empieza a hurgar en la herida buscando el morbo y la exposición; cuanta más, mejor; del dolor.

Los medios de comunicación siguieron montados en el tren de la carroña durante mucho tiempo, sobre todo cuando descubrieron un nuevo filón: las teorías que empezaron a aparecer sobre conspiraciones y rituales debido al silencio que existía sobre el sumario del caso y sus extrañas incongruencias. Lo cierto es que los medios de comunicación sobrepasaron límites casi indecentes. Ver el tono de las entrevistas es realmente chocante porque, hoy en día, parecería impensable.

La culpa del patriarcado

La serie, por suerte, abre una vía quizás apartada de los focos: la libertad de las mujeres y cómo es imposible hablar del crimen de Alcàsser como un caso aislado alejado del sistema patriarcal que lo hizo posible. Aunque El caso Alcàsser acerca esta realidad a todo tipo de públicos gracias al formato, este enfoque de lo sucedido había sido explicado por Nerea Barjola en su ensayo Microfísica sexista del poder: El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual, publicado en el año 2018. En él se explica cómo la telebasura puso la culpabilidad en la irresponsabilidad de las mujeres que se atreven a caminar solas por la noche, haciendo retroceder o apartar la mirada de los cambios que estaban apareciendo con las principales olas feministas en España. 

Hace tan solo unos días se llegaba a las mil mujeres asesinadas en España, mil desde el 2003, año en el que se aprobó por unanimidad la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Pero durante todo el tiempo anterior a aquel año habían sido asesinadas muchísimas más mujeres, entre ellas Desirée, Toñi y Miriam. El pasado 2017 se aprobó el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, un pacto que hará que se contabilicen las jóvenes de Alcàsser y muchas más. Mientras tanto, las mujeres seguiremos intentando vivir nuestra libertad de la mejor manera que podamos. A veces, y por desgracia, aún con miedo