Es Actriz Y Tiene Dos Vidas: Una Encima Del Escenario Y Otra En El Campo De Refugiados

Georgina Latre se avergüenza de Europa. En su viaje a Grecia, ha descubierto el trato inhumano que reciben los refugiados que huyen de la guerra.

Georgina Latre siente vergüenza de ser europea. Ya la había sentido antes, muchas veces, mientras veía las imágenes de cientos de refugiados ahogándose entre el gas lacrimógeno de la policía macedonia, o cuando leía en los periódicos nuestras cientos de refugiados ahogándose entre el gas lacrimógeno para cerrar la ruta migratoria del mar Egeo. Alguna de esas noticias, alguna de esas lanchas abarrotadas o alguno de esos niños llorando en su chaleco salvavidas hizo saltar una alarma en el interior de esta actriz barcelonesa, que cambió el guión de su vida y la hizo marcharse a Grecia. Ahora que ha vuelto, un mes después, se siente todavía más avergonzada.

Viajó hasta el campo de refugiados de Lagkadikia, cerca de Salónica, donde se unió a la plataforma Where is the life?, creada por un grupo de voluntarios independientes para ayudar a los niños de este campamento que no tienen familia. Algunos han perdido a sus padres en la guerra de Siria; otros esperan un visado para reencontrarse con ellos en algún otro país.

Código Nuevo: ¿Cómo es un campamento de refugiados? ¿Se parece a lo que habías imaginado?

Georgina Latre: No era lo que yo esperaba. Nadie debería vivir en esas condiciones. Desde luego no es ni agradable ni hospitalario. Parece una barbaridad decir esto, pero hay cosas que te recuerdan a los campos de concentración. Los militares controlan la entrada y la salida. Los menores, de hecho, no pueden pasar más de 48 horas fuera del campo pueden perder el derecho de asilo.

Cuando la realidad se come a la ficción

Georgina Latre actúa desde los nueve años. Ha participado en películas como Otros días vendrán y su cara se hizo conocida con la serie de televisión catalana Otros días vendrán. Antes de irse a Grecia, estrenó Otros días vendrán en el Festival Grec de Barcelona, una obra que sigue interpretando, hasta el 16 de octubre, en el Teatro Borrás. Sobre las tablas, Georgina es una adolescente descarada que ha grabado un vídeo porno y lo ha subido a Internet. Todo se complica cuando su padre lo descubre.

Avui reprenem #ElBonPare! El dia 7 reestrenem al #teatreborras!

Una foto publicada por Georgina Latre @georginalatre el

CN: Ahora que has vuelto a la rutina en Barcelona, ¿sientes que Lagkadikia te ha cambiado?

GL: Me ha cambiado muchísimo. Cuesta mucho volver a nuestro mundo superficial del día a día, aquí, cuando has visto con tus propios ojos las consecuencias, las víctimas humanas de una guerra terrible, que sigue matando a gente cada día sin que se esté haciendo nada para ponerle fin. Estar allí ha sido muy duro. Cada noche llorábamos todos los voluntarios al llegar a casa. Muchas veces teníamos que parar y respirar, porque nos sentíamos muy impotentes. Ni siquiera puedes animarles diciendo que todo esto acabará pronto, porque no es verdad. Europa es nuestra casa y no podemos hacer nada. Los que pueden hacer algo no están haciendo nada.

¿Es esto la vida?

Han vivido una guerra, han perdido a su familia, muchos han sido explotados por mafias turcas, han arriesgado su vida cruzando el Mediterráneo y cuando por fin llegan a Europa, encuentran un panorama que les hace preguntarse si ha merecido la pena. ¿Dónde está la vida? ¿Es esto? Son unos críos pero ya se hacen preguntas tan duras como esa. De ahí surgió la plataforma Where is the life?, que intenta crear algo de esperanza allí donde es más difícil.

CN: ¿Qué puede aportar un voluntario en un campo de refugiados? ¿Qué hiciste tú?

GL: Hay otras organizaciones que se encargan de gestionar el campamento y repartir comida, pero los jóvenes de 13 a 17 años, que al principio ni siquiera iban a la escuela, estaban todo el día solos, sin nada que hacer. Muchos cometían intentos de suicidio, se autolesionaban… Estaban francamente mal. Lo que nosotros hacemos a través de esta plataforma es ocupar su tiempo con diferentes juegos, talleres y, sobre todo, clases de inglés, para que puedan comunicarse en cualquier país al que les envíen. También estamos construyendo entre todos “la casa de la vida”, un aula polivalente que puedan sentir suya, donde dar clases, comer, compartir el tiempo libre… Por supuesto que no hemos resuelto sus problemas, pero creo que ahora están más distraídos y se sienten mejor.

 Sobre todo, intenté darles amor y recibí más del que di. He hecho amigos que estoy segura que conservaré siempre. Sus tutores legales pueden estar pendientes pero no pueden darles amor. Intentamos cubrir esa necesidad, hacerles sentir queridos, darles una familia.

CN: Pero los voluntarios vienen y van. ¿No es una faena para los chavales cambiar de ‘familia’ cada pocas semanas?

GL: Para ellos es una putada, está claro. Cuando trabajas para una ONG siempre te dicen que no puedes crear vínculos emocionales, pero haciendo esto es imposible. Yo ya no puedo evitar que me preocupen esos críos, y cada vez que puedo hablo con ellos. Me escriben y me cuentan cosas, buenas y malas noticias, según el día. Muchos voluntarios intentamos volver y que nos sigan viendo. Para ellos es importante, porque todo el mundo ha estado explotándoles y encerrándoles, y eso les hace pensar que no sirven para nada y que nadie les quiere. Que nosotros estemos ahí les demuestra que alguien se preocupa por ellos. Y para eso existe Where is the life?, para mantener el contacto y seguir ayudándoles aunque no todos podamos estar allí.

$!Georgina Latre Código Nuevo

¿Y si la guerra ocurriese aquí?

Si fuera España la que estuviese en guerra, Georgina tiene claro que ella no podría huir. El trabajo de actriz no da para tanto. Sabe que la gente que ha escapado de Siria es la que tenía más dinero y podía permitírselo. Salir de allí cuesta miles de euros. Quienes malviven en los campos de refugiados griegos son médicos, ingenieros, profesores de universidad... Los pobres han tenido que quedarse y vivir –o morir- en la guerra.

“A veces pienso que todos los voluntarios y las pequeñas ONG tendrían que marcharse de los campos. Así la Unión Europea tendría que hacer algo, o los propios refugiados se rebelarían”, dice Georgina. “Si algún día se rebelan, tendrán todo mi apoyo”.