Por qué hay personas con mucha tendencia a las adicciones

Ciertos rasgos de personalidad hacen que una persona sea más propensa a caer en las adicciones

Prueba el tabaco y se engancha, prueba los porros y se fuma uno cada noche, prueba el chocolate cuando tiene ansiedad y cree que ya no puede superarla sin comerse una barra entera, prueba los ansiolíticos y no sabe salir de casa sin ellos, prueba la cerveza y es impensable que no se beba una al terminar de trabajar y prueba la cocaína y si no se hace una ralla la fiesta es una “mierda”. Estas son algunas de las actitudes propias de personas que tienen se fuma uno cada noche, que no son capaces de vivir su vida sin sustancias que reducen su ansiedad, le proporcionan placer o, bien, les ayudan a evadirse del mundo. Pero, ¿por qué razón algunos tienen que cargar con esta cruz y otros no? Y, lo más importante, ¿qué consecuencias tiene entregar la vida a las adicciones?

Adicciones como compañeras de vida

Después de que dos amigos se hayan criado en familias de más o menos el mismo nivel socioeconómico, hayan estudiado en el mismo centro, crecido en el mismo pueblo y convivido con los mismos amigos, tienen intereses y personalidades muy similares. Sin embargo, uno es, por ejemplo, capaz de rechazar un porro y el otro siente la necesidad de hacerle un par de caladas aunque debe entrar en clase en unos minutos. No es estúpido, sabe que no le conviene. Pero la necesidad de fumar le supera provocando que esa voz interior, que le dice: “no caigas, no caigas, no caigas…”, se apague. Así que coge el porro y deja que el humo inunde sus pulmones. 

Esta actitud que veta cualquier intento de tener una vida exenta de vicios se debe, en opinión del Director Clínico del Instituto Barcelona de Psicología, Sergio Carmona, a que “existen rasgos de personalidad asociados a comportamientos adictivos como impulsividad e incapacidad para controlar estas conductas impulsivas, baja capacidad para demorar la gratificación, inquietud por experimentar sensaciones nuevas, baja tolerancia a la frustración y baja autoestima”. Es más, según Carmona, los adolescentes son el blanco más fácil de las adicciones. ¿La razón? “Su cerebro no ha desarrollado completamente las regiones que controlan los impulsos y la adolescencia se asocia a querer encajar en grupo y vivir nuevas experiencias”, apunta.

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Por mucho que esta rutina haga que, en un futuro, la salud del adicto esté mucho más deteriorada que la de personas que saben convivir con la alegrías y mierdas del mundo sin consumir sustancias nocivas, rehúsa pensar en ello. Lo hace repitiéndose la falsa creencia de que estas sustancias no son dañinas y la clásica premisa "yo controlo, puedo parar cuando quiera", apunta el experto. Porque, en realidad, "las adicciones controlan la vida del adicto, no al revés". Y eso es extremadamente peligroso porque es capaz de hacerle anteponer los excesos a otros aspectos de su vida que, sin ninguna duda, siempre fueron y serán más importantes. 

Por si fuera poco, Carmona recuerda que todo lo que tiene que pasar una persona atrapada en esta dañina espiral, cuando vive situaciones constantes de estrés o pasa por una época difícil, puede "llevarle a abusar aún más de las adicciones". En otras palabras, en el momento que la desdicha llama a su puerta, se incrementa la necesidad de tener una vía de escape que hará que la victoria contra sus demonios sea un horizonte casi inalcanzable. 

Como evitar sus fatídicas consecuencias

Cada vez que el adicto consume una sustancia, paga el precio de estar destruyendo su salud. Algo que se materializa con el tiempo en consecuencias que podrían condicionarle para siempre. Según el experto, algunas de estas son "afección a la memoria y infecciones pulmonares a causa del cannabis, accidente cardiovascular y arritmias a causa de la cocaína, trastornos emocionales y cirrosis a causa del alcohol y problemas con la memoria y otros relacionados con la respiración a causa de los medicamentos". Una serie de alteraciones en la salud que siempre estuvo en manos del adicto evitar, el problema es que sus impulsos le pedían a gritos lo contrario.

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Estas secuelas en la salud nos recuerdan que el adicto está condenado a sufrir por cuestiones del azar, por tener rasgos de personalidad que le hacen más propenso a caer en este modo de vida. Sin embargo, puede evitar que el sufrimiento sea su irrevocable destino acudiendo a un especialista capaz de desengancharle. “El primer paso siempre es la desintoxicación del paciente y después se pasa a realizar la deshabituación psicológica”, explica Carmona al indicar que este segundo proceso es el más largo y complejo del tratamiento, ya que evitar la recaída es mucho más difícil que conseguir la abstinencia temporal. De este modo, el experto recalca que es crucial entrenar las habilidades de afrontamiento hasta que un día sea capaz de algo que siempre vio imposible: vivir sin adicciones. Y será entonces cuando, por fin, sea libre.