Por qué deberías sincronizar tus comidas con tu reloj biológico

Comer sin ton ni son puede ser un problema, pero también fijarse unos horarios demasiado estáticos que no se corresponden con tus necesidades

Todos contamos con nuestro propio reloj biológico interno. Un reloj cuyo silencioso tic-tac determina el ciclo de sueño-vigilia, así como una enorme cantidad de procesos naturales de nuestro organismo como son el apetito, el metabolismo, la digestión o incluso la inmunidad. No funciona con pilas, pero utiliza puntos de referencia como la cantidad de luz solar, la actividad física o los horarios de alimentación para reajustarse. Y ahí nace el problema: cuando nos privamos de la luz solar, nos entregamos al sedentarismo o comemos a las horas más intempestivas, nuestro pequeño relojito comienza a fallar.

Así lo explican en The Conversation los especialistas en endocrinología David Ray y Louse Hunter, así como el experto en fisiología David Bechtold, quienes recomiendan encarecidamente sincronizar las comidas que realizamos durante el día con nuestro propio reloj biológico interno. Y son muchas las razones de salud por las que deberías hacerles caso, pero probablemente esta sea la que más te convenza: "pensamos que comer en momentos inesperados puede ser la causa de la obesidad". Porque sí, nuestro cuerpo posee algunas armas para combatir los desajustes del ritmo circadiano, pero no son todopoderosas.

Una de estas armas es una proteína llamada REVERBα. En realidad un arsenal, porque en cada uno de los órganos del cuerpo humano podemos encontrar una vasta red de estas macromoléculas. En concreto, como cuentan estos especialistas, dichas proteínas nos sirven "para proteger nuestro cuerpo contra los cambios ocasiones en el comportamiento, como alguna que otra comida nocturna". Pero tienen sus límites. "Hacer constantemente cosas que van contra nuestro ritmo circadiano natural abruma este sistema protector, lo que conduce a la obesidad y a la diabetes", advierten estos tres investigadores.

La función protectora de esta proteína no es una mera suposición. Los autores del estudio experimentaron a fondo en el laboratorio con varios ratones, mamíferos en los cuales la REVERBα también está presente. Más específicamente, estudiaron el comportamiento genético de ratones con REVERBα y sin REVERBα ante una alimentación caótica desprovista de horario. ¿Los resultados? Que "la alimentación desordenada provocó un cambio relevante en la expresión de los genes que controlan el metabolismo de las grasas, pero solo cuando REVERBα había sido eliminada". Nuestra barrera contra los trastornos alimentarios.

Está ahí. La proteína REVERBα puede compensar algunas interrupciones alimentarias o algunas comidas de  glotonería a horas en las que deberíamos andar ya en la fase REM, pero como cualquier otro mecanismo de nuestro organismo no debería ser forzado. Porque peta. La conclusión es clara: "Nuestro estudio destaca la importancia de comer en sincronía con el reloj biológico durante el día. Debemos desarrollar un horario de alimentación que tenga una clara separación entre el periodo de alimentación y el periodo de ayuno", dicen los autores. Porque cada vez hacemos menos caso a nuestro reloj natural. Y eso tiene un precio.