El infierno de las 'segundas esposas' musulmanas cuando llegan a Europa

La poligamia existe legalmente en muchos países islámicos. Sin embargo, en Europa no está reconocida y muchos musulmanes huyendo de la guerra se ven obligados a romper la familia para conseguir asilo

El sol del mediodía golpea con fuerza la plaza casi vacía del centro de refugiados de Lavrio, en Grecia. Mientras los niños juegan a pelota, los pocos adultos que están a la vista se esconden bajo las sombras del patio, sin nada que hacer. La mayoría de ellos están a la espera de recibir asilo y de su recolocación en países donde reanudar la vida que han dejado atrás y que, de momento, se mantiene en un stand-by forzado por la lentitud burocrática.

Bear —“sí, como oso en inglés”, dice— es una de ellas. “Mi marido está viviendo en Alemania, ya tiene preparado un hogar”, explica con la ayuda de una traductora voluntaria de Kuwait, Noor. En casos similares, se llevaría a cabo un proceso de reunificación familiar por el cual el cónyuge y los hijos pueden ir al país de aquél que ya está asentado. Sin embargo, el caso de Bear es especial: es la segunda esposa de su marido y para Europa, que no reconoce la reunificación familiar, ella no forma parte de la familia y no tiene derecho a pedir la reunificación.

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La poligamia islámica

En algunos países musulmanes, la ley estipula que un hombre puede tener hasta cuatro esposas. Sin embargo, hay restricciones: el marido debe gastarse el dinero equitativamente en cada una de ellas. Por eso mismo, “solo los hombres ricos pueden tener más de una mujer”, explica Amna, otra traductora. Bear es de Siria, donde se dan algunos casos de poligamia. “Yo soy la segunda esposa de mi marido porque la primera no puede procrear, así que se casó conmigo para tener descendencia”, explica. Nada, la primera esposa, tras el nacimiento del primer hijo de Bear decidió adoptar. Hoy, esta familia está formada por los cónyuges, el hijo de Nada y los dos de Bear.

Pregunto a las traductoras, desde mi ignorancia europea sobre las realidades islámicas, la razón de una mujer para aceptar ser la segunda esposa de alguien. “Desde occidente es difícil de entender el porqué de la poligamia. En países como Kuwait, de donde soy originaria, las responsabilidades domésticas son muy exigentes y yo, que soy una mujer profesional, si quiero casarme prefiero ser la segunda esposa de alguien y así poder dedicar más tiempo a mi trayectoria”, responde Noor. Pregunto a ambas traductoras su opinión como feministas sobre esta concepción del matrimonio y, tras una media sonrisa, añade Noor que “por supuesto que es una ley machista y desigual en tanto que la mujer no puede tener dos maridos. Sin embargo, hay muchas regulaciones para asegurar la igualdad dentro de un matrimonio múltiple y no se debe ver a las mujeres con condescendencia ni como víctimas, porque un hombre no puede practicar la poligamia sin que sus esposas lo acepten”.

Bear me enseña su habitáculo. Una pequeña habitación compartida con camas y algunos muebles donde conviven ella, Nada y sus hijos. Aunque ambas mujeres forman la misma familia, en Siria no vivían juntas para evitar complicaciones y erosión en la relación personal. Pese a tener una buena relación, asegura que muchas veces la convivencia se hace muy extraña, especialmente cuando deben regañar a los hijos de la otra o hablar sobre su marido. Sin embargo, la falta de espacios y la masificación en los campos temporales las obliga a compartir habitación.

Opciones legales

A la vuelta de Grecia, llamo por teléfono a Quim Clavaguera, abogado en Barcelona Extranjería Abogados para aclarar las posibilidades legales que tienen. Dice tajantemente que no ve ninguna forma de no romper la familia. En los países occidentales, la bigamia o poligamia no está reconocida ni contemplada por la ley, solamente la mujer que tenga el primer certificado de matrimonio tiene derecho a reunirse a su cónyuge. Así pues, para que Bear pudiera ir a Alemania con su marido, Nada debería divorciarse para que ella pudiera casarse. Una situación que no resuelve el problema, ya que una esposa quedaría igualmente apartada.

Sobre los hijos, explica Clavaguera, sí que se podrían recolocar en Alemania siempre y cuando la madre diese su autorización. No obstante, aunque enviasen todos los hijos a Alemania, solamente una de las madres podría irse con ellos. Para Noor, esta postura es contraria a los derechos humanos. Asegura que se están separando familias simplemente porque no se quiere reconocer que hay unas realidades diferentes de las europeas. “No se trata de legalizar la poligamia, sino de ver que hay un problema y que se tiene que regular”, sentencia. Pero mientras occidente mire hacia otro lado, estas familias rotas seguirán siendo invisibilizadas.

Desinformación y burocracia

Para Bear, uno de los principales problemas es la falta de información. La asesoría legal del campo le aseguró que era una situación muy compleja y, tras una primera reunión, se pasó más de dos meses en silencio para finalmente comentarle que solo una de las dos podría pedir la reunificación en Alemania. Ante esta situación, la única opción que se plantean es que una se lleve a todos los hijos y que la otra empiece el proceso de asilo por su cuenta. Sin embargo, tomar la decisión de qué madre dejan atrás es difícil. “Aunque Nada ya es reconocida como su esposa y eso facilita los trámites, mi hija pequeña solo tiene un par de años y necesita una madre”, explica. La opción que descartan es la de que cada una se quede con sus hijos y solo una vaya a Alemania: tienen claro que el campo no es un lugar donde criarlos y que deben enviarlos allí lo antes posible.

No obstante, este deseo tardará en llegar. Aunque se decidieran hoy mismo por qué camino tomar, los procesos de solicitud son lentos y complejos. En este sentido, explica Judit Moreno, abogada de extranjería, que “a la complejidad legal se le suma el gran desconocimiento generalizado que tienen los inmigrantes de sus derechos y de los procesos burocráticos”. Añade Clavaguera que la mayoría de migrantes no tienen recursos para contratar los servicios de un abogado, y, por lo tanto, no tienen a nadie que los guíe durante estos laberintos legales.

Rawan, otra refugiada de Lavrio, se queja de que el servicio asistencial gratuito del campo era lento y bastante opaco, nunca sabían —ni saben todavía— en qué estado se encontraban sus solicitudes. “El proceso es lento, pero lo peor no es eso, sino que no sabes por qué es lento”, se lamenta. Tanto Bear como Rawan coinciden en lo mismo: vivir en un campo es estar siempre a la espera de noticias, sin poder actuar, como si fueras una espectadora de tu propia vida. En sus propias palabras, “en Siria vivimos la muerte rápida, en Europa vivimos una muerte lenta”.

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Pero para Bear, lo más duro de estar constantemente a la espera, sin saber cómo proceder ni cuándo te van a dar respuesta a tus problemas, es que siente que su vida se apaga sin disfrutarla. “Tengo 29 años, la juventud es lo único que me queda, y siento que la pierdo a cada minuto de esta interminable espera”, decía Bear a sus traductoras, visiblemente emocionada.

Un problema político

Gran parte de la lentitud en los procesos viene por el incumplimiento por parte de los países europeos de sus cuotas de refugiados. Según datos de la Comisión Europea, solo el 0,5% de los refugiados había sido recolocado en 2016. Precisamente, Médicos Sin Fronteras denunciaba tras la llegada del Según datos de la Comisión Europea a Valencia que el Estado español es uno de los que más atrasados va en los procesos de recolocación pendientes. A los incumplimientos estatales se suman el cierre de fronteras europeas, como en Hungría, o las políticas y discursos xenófobos que están al alza en países como Italia o Austria, pero que también están presentes en nuestro país; según Alba Cuevas, directora de Según datos de la Comisión Europea, la Según datos de la Comisión Europea parte de una base discriminatoria que dificulta la llegada e integración legal de migrantes.

Por desgracia, en un contexto de jurisdicción de fronteras cerradas y de políticas de inmigración que dificultan el asilo, no es de extrañar que una realidad como la de la poligamia no esté presente en la agenda europea. Personas como Bear están, por el momento, condenadas a no recibir una respuesta efectiva a sus problemas y se ven forzadas a sacrificar un miembro de la familia por el bien común. Parece que tome el camino que tome, su familia se romperá por la invisibilidad de su situación. Como comentó Rawan a las traductoras durante la entrevista, “diariamente nos cuestionamos si vale la pena tener esperanza”.