Solo Una Semana En La Red Social De Fetichismo Sexual 'Fetlife' Y Descubres Otro Mundo

"Sabemos que un mes en Fetlife te hace más feliz que una taza de café". No les falta razón, pero decido pasarme a la sección fresh & pervy, ordenada cronológicamente y, siendo honestos,

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Todo lo que necesito para cruzar el umbral del sexo ordinario y empezar a convivir con otros kinksters en la tierra prohibida es rellenar un breve cuestionario: apodo, género, orientación sexual, rol, fecha de nacimiento, ubicación, correo electrónico y número de teléfono. Y voilá, estoy dentro junto a otros cinco millones de seres humanos ávidos de fetichismo sexual. Formo parte de la comunidad de erotismo alternativo más grande del mundo. Un supermercado gigantesco de rarezas lujuriosas donde novatos como yo parecemos pingüinos en Punta Cana. Miro todas esas opciones y pienso: ¿y ahora qué?

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Conducido por la curiosidad, comienzo a descender hacia el abismo. Descubro la historia de una jovencita de nalgas amoratadas por azotainas autorizadas antes de toparme con un inesperado problema: un banner de la página me avisa de que, si quiero seguir tanteando la sección de lo más popular, debo abonar una cantidad de cinco dólares mensuales. "Sabemos que un mes en Fetlife te hace más feliz que una taza de café". No les falta razón, pero decido pasarme a la sección fresh & pervy, ordenada cronológicamente y, siendo honestos, mucho menos interesante y estrambótica. Me aburro de mamadas y de expediciones anales de intrépidos juguetitos. Pongo pies en polvorosa rumbo a la sección de fetiches. Preveo que ahí debe hallarse el verdadero salseo.

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Millones de personas ansiando encontrar a otro alguien que encaje en su teatro de humillación hedonista. Millones de pulsiones sexuales en la sombra latiendo con la fuerza de un mastodonte. El exitoso empresario que fantasea con lamer el suelo que pisa una mujer. La universitaria que desea con todo su corazón obedecer las degradantes órdenes de un macho alfa. El matrimonio que suspira por un jovencito bisexual que los ate y subyugue en la cama. Millones de personas tratando de encontrar a través de un ordenador lo que sus identidades públicas les impiden encontrar en la vida real. Y Fetlife es el coto de caza perfecto.

Han pasado unos días desde que entré en esta selva del clímax. Mi mente ha quedado atrapada entre imágenes de hipoxifilia e historias de mujeres de mediana edad que escapan de la rutina gateando desnudas con un collar bien apretado al cuello a gusto de algún amante ocasional. En ese limbo de fantasías y nuevos sabores se mueve ahora mi alma sexual. Entro en mi perfil dispuesto a seguir empapándome de nuevas dimensiones cuando veo un mensajito en mi bandeja de entrada: "Hola cariño, dale like a alguna de mis fotografías y házmelo saber cuando lo hayas hecho para que empecemos a hablar". Firmado: una domadora neoyorquina de 38 años, heterosexual y en busca de un esclavo. Una película de perversiones con mis nalgas como epicentro pasan ante mí como un meteorito.

Nueva York no queda tan lejos...