“¿Qué es el amor?”, nos hemos venido a preguntar en Código Nuevo. Y pocas veces una pregunta ha sido tan difícil de responder. Quien ha vivido el amor sabe lo que es. Y sabe, por extensión, lo difícil que es definirlo. Porque el amor es diferentes cosas en diferentes momentos. Dice la Wikipedia que las emociones asociadas al amor pueden ser “extremadamente poderosas, llegando con frecuencia a ser irresistibles”. Y, como diría el poema, quien lo probó, los sabe.
Porque, describió Lope de Vega, desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero y tierno, liberal, esquivo y alentado, difunto y vivo, leal y traidor y cobarde o animoso; todo al mismo tiempo es parte del amor. Aunque a veces aquello a lo que llamamos amor tiene más que ver con un concepto socialmente construido. Porque amar es desear, ¿no? Amar es querer ver a la otra persona, querer conocerla, hasta cierto punto incluso poseerla, desnudarla hasta la última de sus emociones, ¿no? Y amar es casi siempre desear exclusividad, intimidad, promesas, futuro, lealtad, ¿verdad?

Pero ¿qué es el amor cuando el amor deja de ser todo eso? ¿Qué es el amor más allá del ansia, del dolor de estómago, del vértigo, de la necesidad, del miedo, del cuerpo ajeno? ¿Qué queda del amor cuando despojamos al amor de todo lo que le otorgamos sin darnos cuenta? Cuando las peleas dejan de serlo, cuando los celos se aplacan, cuando los cuerpos se enfrían y las sábanas se secan. Entonces, probablemente solo quede el silencio.
Y al mismo tiempo casi nada da más miedo que el silencio y el reflejo del rostro propio en unos ojos ajenos. Pero el silencio forja al amor del mismo modo que el agua forja la Tierra. Porque es la emoción íntima e indescriptible que embriaga a uno cuando puede ver y mirarse a través de los ojos del ser amado lo que probablemente más se acerque al amor. Porque el amor eres tú y la otra persona. Tú y su mirada. Tú y su cuerpo. Tú y vuestro futuro. Tú y su silencio.

Al final el amor será compañía o no será. Porque nadie vino a este mundo para vivir, y menos para morir, solo. Porque de un modo u otro todos buscamos una red y al final eso es lo que es el amor. La red que nos da confianza para saltar, la red que impide que nos estrellemos. La red. El silencio. Porque el amor es dejarse caer y saber que uno será recogido. Sentirse desnudo y entregado, poderoso y vulnerable del modo más extremo posible.
El amor es su hombro rodeando tu espalda. La sensación de que nada mereció más la pena que estar aquí y ahora. Saber que las arenas movedizas no te atraparán, sentir que puedas caminar sobre ellas. Creer que eres fuerte y dejarte estar en silencio. El silencio al que uno siempre teme hasta que ama de verdad.
Crédito de la Imagen: Eduardo Acierno