Probé el orgasmo prostático para romper los bloqueos que tenemos los heteros con el ano

La búsqueda del orgasmo prostático resulta que no me lleva a mi cuerpo sino a mi mente. 

Es una tarde de sábado cualquiera, estoy tumbado en la cama con las rodillas en el pecho y voy a meterme el dedo en el culo por primera vez. Dejaré atrás mis prejuicios de treintañero el culo y masajearé mi próstata para descubrir si todo lo que se cuenta sobre el orgasmo prostático es cierto o no. Mientras acabo de acomodarme en la postura, y siento el frío del lubricante cayendo sobre mi ojete, no puedo evitar sentirme jodidamente expuesto y, por un momento, estoy a punto de cancelar la misión. Pero no, voy a masturbarme usando mi dedo y te lo voy a contar. Sin prejuicios, sin pretensiones: abriéndome más que nunca —literalmente— para averiguar si un tío random como yo puede correrse así.

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Mi experimento íntimo comenzó hace unos días leyendo uno de los miles de artículos sobre el orgasmo prostático que te lo vende como la panacea. Básicamente, lo que se dice del mismo es que es un tipo de orgasmo mucho más intenso, abstracto e interior que el que consigues estimulando el pene. En definitiva, algo que nos permite dejar atrás el falocentrismo y los prejuicios de los heteros —si fuera gay y pasivo no tendría tanto misterio, ¿no?—. 

Primer intento

Comienzo a masajear mi ano en círculos permitiendo que el lubricante vaya facilitando la entrada de la punta del dedo y logrando cierta dilatación. Hasta aquí todo bien porque no es la primera vez que lo hago, aunque hasta entonces el único agujero que quería dilatar era el de mi pareja. El momento que realmente da palo es el de penetrarte a ti mismo con el dedo. Sin pensármelo más, empujo el dedo corazón hacia abajo y lentamente siento como se desliza por el recto hasta el final. La sensación es de lo más impactante y lo que más me desconcierta es cuando mi esfínter vuelve a apretar intentando recuperar su forma. No duele pero es todo muy raro, la verdad.

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Es entonces cuando comienzo a palpar la pared de la cavidad en busca de algo que me indique que estoy sobre la próstata. La cosa es bastante simple: nada más apretar contra el ‘tope’ ya siento una sensación muy diferente y extrañamente placentera. Continuo insistiendo en esta parte con la punta del dedo en un movimiento de vaivén y a los pocos segundos noto los comienzos de una tímida erección en el pene. Es bastante placentero y comienzo a venirme arriba pero, por mucho que mueva el dedo, no consigo pasar del gusto intermitente —una especie de hormigueo— . Tampoco puedo comparar la erección conseguida con la estimulación directa sobre el pene y unido a que la posición me hace sentirme un poco ridículo decido dejarlo aquí, por ahora.

Ayuda externa

Llegado a este punto me planteo seriamente adquirir una ‘ayuda’ y comienzo a ojear estimuladores prostáticos en internet. Pero, siendo sincero, todo lo que veo me acojona bastante. Desde estimuladores con vibración de siete velocidades, a un plug con una forma bastante inquietante o un vibrador color burdeos de 122 eurazos. Pero, tras mi primer intento fallido y observar una infinidad de objetos fálicos, llego a la conclusión de que la parte física del proceso no es el problema, sino la parte mental e, incluso, la espiritual.

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El problema está en otra parte

No te desesperes, si sientes excitación significa que estás en el buen camino. Lo que ocurre es que los hombres estamos demasiado acostumbrados a un orgasmo más mecánico y no tenemos en cuenta nuestra respiración”, me reconforta desde el otro lado del teléfono el exactor porno e instructor de kung fu sexual, kung fu sexual, quien en los últimos años ha desarrollado al máximo la filosofía del tao sexual convirtiéndose en un maestro en la materia y una especie de mentor en mi búsqueda del orgasmo prostático. Para reconducir mis intentos de estimularme vía anal hacia una práctica más completa y satisfactoria, Toirán me indica una serie de posturas, movimientos y, sobre todo, respiraciones que me ayudarán a relajarme y disfrutar realmente de la experiencia.

“Para empezar túmbate y coloca tus piernas en forma de rana, después y una vez hayas introducido tu dedo en el recto, inicia unos movimientos con la cadera en forma de círculo mientras sueltas tu respiración. Eso despertará tu excitación y permitirá que sientas como respiras. Y, lo más importante: debes intentar la respiración de la cobra, es decir, unas inhalaciones potentes por la boca y exhalar fuertemente con la lengua fuera”, me explica con toda la paciencia del mundo el maestro tao. Sin más preámbulo, y tras entender que mi mente no estaba siendo capaz de aceptar y disfrutar lo que estaba haciéndole a mi cuerpo, vuelvo a tumbarme en la cama e intento concentrarme en las sensaciones y en el control de la respiración.

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Segundo intento

Noto que, al menos, ahora todo fluye mejor y me voy soltando, disfrutando al explorar. No voy a acabar el artículo diciéndote que me pegué la corrida del siglo y que es un orgasmo que me ha permitido entrar en otros niveles de conciencia. No. El orgasmo prostático, al igual que cualquier otra práctica sexual requiere que tu cabeza esté abierta a disfrutarla y, sobre todo, que  tú hagas un esfuerzo por sentir. No se trata de una carrera contrarreloj como cuando uno se masturba dándole a la zambomba, sino de algo que se debe ir descubriendo poco a poco y que te permite abrir tus horizontes más allá de tu pene. Tras intentarlo un par de veces y quedarme muy cerca de conseguirlo en la segunda ocasión, gracias a los consejos de Toirán, tengo claro que la próxima vez lo intentaré con mi pareja. Además, ella parece encantada con la idea y con ayudarme con su dedo a romper mis prejuicios.

Crédito de la fotografía: Kostis Fokas.