He probado las posturas del Kama-Sutra más difíciles y fue el peor polvo de mi vida

 Lo confieso: le he obligado a practicar sexo a mi pareja porque me propuse un reto: probar algunas de las posturas del kama-sutra más extrañas.

He explotado a mi pareja durante horas. Lo confieso: le he obligado a practicar sexo como si estuviésemos jugando al Twister, y todo porque me propuse un reto: probar algunas de las posturas más extrañas del Kama-Sutra. ¿Cuál fue la motivación? Una noche de sexo interminable, que no es poco. Pero, sobre todo, poder conocer algunas posturas que realizaría fácilmente el escritor de esta guía sexual, Vatsiaiana, quién se dice que pasó su infancia en un prostíbulo, interiorizando todo lo que hacían allí los hombres y las mujeres. Seguramente, cuando vio algunas de las posturas descritas a continuación, se quedó traumatizado de por vida. Así que decidió llamar a su libro "Kama-Sutra", porque "Por dónde te la meto, si eso es físicamente imposible" ya estaba cogido. Ahí vamos.

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Según esta postura, se estimula directamente el punto G, mientras la mujer, te lo digo ya, se desnuca. Fue difícil meter el pene sin que mi vagina no sufriese un desgarro. Hacerlo encima de la cama, imposible. El hombre tiene que estar de pie en el suelo y la mujer en la cama. A no ser, que midas 2,50 metros o tengas el pene en el abdomen. En cualquier caso, en cuanto baje un poco la pelvis, sí que noté cómo se estimulaba mi punto G. Una postura para cuando estás MUY excitada y os habéis venido muy arriba, en todos los sentidos. Puntuación: 3/10.

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Nos costó un rato estudiar esta postura. Lo más recomendable es penetrar primero y luego que el hombre se ponga en esa postura tan... expresiva. La mujer es la que tiene que moverse mientras intenta no mirar para abajo y ver cómo se asoma ese agujero negro que todos llevamos con nosotros. Que no está mal, ojo, pero sí que, a veces, te puede cortar muy - mucho - el rollo. Es... demasiado complicada. Puntuación: 4/10.

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Queda oficialmente inaugurado el suelo de nuestra habitación. Practicar las tijeras suspendidas no ha sido nada fácil, aunque por suerte, he convalidado diez meses de gimnasio. La postura es sencilla de realizar, pero no de aguantar. El cansancio se apiada de nuestro cuerpo, en especial, de mi brazo. Pierdes el equilibrio con facilidad y te das golpes con todos los objetos que tienes a tu alrededor. La penetración es muy directa y no estimula el punto G. Y acariciarse el clítoris sin tener ningún brazo disponible es prácticamente imposible. Llamadnos tradicionales, pero ya estamos echando mucho de menos el misionero. Puntuación: 3/10.

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Aprovechamos que estábamos en el suelo y nos pusimos a practicar la que, por descontado, creíamos que sería la postura más difícil. Tener a tu pareja haciendo el pino-puente con el pene erecto y el suelo congelado, es un tanto extraño; pero muy morboso. Y, sorpresa, cuando empieza la penetración, resulta ser una postura muy excitante, al menos para la mujer. Puedes moverte como quieras y estimularte con ambas manos. ¿Lo malo? Cuando la cara de tu pareja se empieza a poner roja debido a la concentración sanguínea y no sabes si correrte o empezar a practicar los primeros auxilios. Puntuación: 8/10.

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Por fin, volvemos a la cama y damos paso a la penúltima postura, la clavija the peg, en inglés. Una postura más o menos sencilla, aunque acabes con dolor muscular por soportar el peso de tu pareja en tu pierna. La penetración es profunda y la conexión es brutal, aunque el movimiento se hace un poco complicado. Puntuación: 7/10.

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Fue imposible, IM-PO-SI-BLE, penetrar desde ese ángulo. O me tocaba el clítoris, o mi ombligo era mutilado. A día de hoy, sigo estudiando cómo es posible meter el pene dentro de la vagina con esta postura. Y sin duda, te dejo deberes: si consigues llevarla a cabo, quiero que me lo cuentes. Por favor. Por mi salud mental. Gracias.