Si tu pareja tiene problemas en la cama lo peor que puedes hacer es presionarla

Tu pareja se comporta de manera extraña en la cama y temes que sea por ti. Eso que empezó siendo una anécdota se ha convertido en rutina y no entiendes por qué.

Tu pareja se comporta de manera extraña en la cama y temes que sea por ti. Eso que empezó siendo una anécdota se ha convertido en rutina y no entiendes por qué. ¿Te suena? Claro que sí, porque te está empezando a obsesionar. No se corre, se corre pronto, le cuesta excitarse o cualquiera de las muchas disfunciones que están atacando a su estabilidad emocional y, sin quererlo, a vuestra relación. Tú ya no sabes qué hacer, has intentado ser comprensiv@ pero crees que, detrás de eso, hay algo más que no te cuenta. Y entonces presionas. Preguntas, pides más, mejor, con más energía y más como tú querrías que fuera vuestra vida sexual. Pero amig@, conviene que te des cuenta cuanto antes de que si sigues por ese camino no solo no solucionarás nada, sino que acabarás por convertirte en una carga más para la persona que más quieres.

Lo estás haciendo mal. Toma distancia

"Una actitud de presión y enfado hace de agravante y que sea más complicado salir del círculo vicioso de querer y no poder", dice la sexóloga Cristina Callao. De hecho, es probable que tu pareja no sepa que tiene una disfunción sexual, que lo sepa pero no quiera o no sepa cómo afrontarlo o que, ante tu actitud, prefiera hablarlo con otras personas y dejarte al margen. Entretanto, tú sigues sin enterarte de lo que le pasa y no parece que te lo vaya a contar.

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Pero ¿por qué ante esta situación has tendido a pensar cosas como ya no le gustas o que lo vuestro está en horas bajas y que te va a dejar de un momento a otro? Por poco que te sorprenda, la razón es la misma de siempre: nuestra educación en lo que se refiere al amor, el sexo y cómo ambos recaen sobre nuestra autoestima. "A lo largo de nuestra vida hemos aprendido que en el amor hay que sufrir, hay que ir depositando y fusionando nuestro ser en la otra persona y por tanto, perdiendo parte de nuestra identidad y esencia", dice Cristina.

Así que tu mente razona, de forma errónea, que cuando algo afecta directamente a tu relación no follas tanto y cómo te gustaría tienes que sufrir, porque crees que tiene que ver contigo o, aún peor, que la causa eres tú. "Algunas personas se lo toman a modo personal porque cuando tenemos una relación de pareja el objeto de deseo es la otra persona y nuestra interacción erótica y sexual proviene del feedback que hay con ella", aprecia Cristina. Es decir, si se empiezan a producir una serie de cambios en vuestra relación monógama y tú tienes claro que por tu parte todo está bien, claro, el problema debe venir del otro lado.

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Pero, lo sentimos, no estás teniendo en cuenta que la forma en que nos comportamos en el terreno sexual es una cuestión muchísimo más individual que de pareja y a menudo viene dada por problemas psicológicos formados durante la niñez y la adolescencia. Así que no, no te lo tomes como algo personal, porque casi seguro que no lo es. "Tenemos la tendencia a imaginar en vez de a preguntar y, por eso, exageramos y sufrimos mucho más", apunta Cristina.

Entonces, ¿cómo me comporto?

Tu pareja necesita tu ayuda, tu comprensión y sobre todo, no sentirse culpable ni juzgada por ti. Así que lo primero que deberías hacer es hablar de forma tranquila con tu pareja. Será mucho más productivo para ambos que le transmitas apoyo y que le hagas saber que nada de lo que te cuente afectará a lo vuestro. Libérate y libérala de esa idea que os ronda la cabeza inconscientemente. Entonces, podrás empezar a ayudar.

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¿Cómo lo hago? Como especialista en terapia de pareja, Cristina recomienda fijarse en el carácter y la actitud con la que tu pareja está llevando la situación y adecuarse a ella. "Ya sea con palabras o con gestos, debemos demostrar que estamos al lado de la otra persona apoyándola y que puede pues contar con nosotros siempre que lo necesite". Y que cuando tu pareja se derrumbe, tú puedas ser su mano que la ayude a levantarse.

Así que, por fin, deshazte de la idea de que tú eres la causa o la víctima de esto para que dejes de formar parte del problema y empieces a serlo de la solución.