Dejar o no dejar una pareja por infidelidad, esa es la cuestión

Podemos perdonar incluso, o dejar la relación, pero en todo caso el infiel es siempre el responsable, y no podemos sentir que si alguien nos traiciona es porque valíamos poco o no hicimos bien las cosas.

Hay personas que se quedan marcadas de por vida por una infidelidad que hicieron o sufrieron. Esto afecta a las siguientes relaciones e impide volver a disfrutar de una relación feliz y de confianza. Reflexionar sobre la infidelidad puede ayudarnos a evitar daños innecesarios y sobre todo a que podamos seguir adelante con la vida, tanto si tenemos la mala suerte de que nos traicionan como si nosotros cometemos un grave error.

En una relación se puede solucionar casi todo: discusiones, malentendidos, rutinas... pero la infidelidad acaba con muchas parejas. El problema es que muchas veces confundimos la infidelidad con los celos injustificados, que no tienen ninguna relación con lo que hace el otro, sino con las propias inseguridades.

Ninguna pareja ni persona se merece dejar de lado grandes amistades por celos absurdos, ya que muchas veces se comete el error de distanciarse de algún amigo o amiga por celos infundados de la pareja. El problema es que la relación a veces se pone en jaque, y en esos momentos será importante saber diferenciar cuándo estamos siendo imprudentes y si realmente nos vale la pena arriesgar algo bonito que hemos construido.

Como explica la experta en relaciones de pareja Esther Perel, muchas veces el que es infiel busca escapar del "yo" en el que se ha convertido. Esto significa que si la persona estuviera más feliz consigo misma, buscaría menos la solución fuera, en su pareja o en serle infiel.

También es cierto que muchas veces existe una parte de mito en la idea de los amantes, porque en cierta medida nos atrae lo prohibido, lo secreto y lo nuevo. Por eso es importante evitar caer en la rutina y ser capaces de hacer que cada día con la pareja sea especial. Muchas relaciones serían más satisfactorias si se permitieran sentir intensamente como se viven las relaciones prohibidas. En palabras de Perel, "le he dicho a una buena cantidad de mis pacientes que si pudieran llevar a sus relaciones una décima parte de la audacia, la imaginación y el brío que ponen en sus aventuras, probablemente nunca tendrían que verme".

Cuidar la relación puede ayudarnos, pero no es la receta mágica contra la infidelidad, porque nunca podemos culpar a nadie de que le sean infiel, como si tuviéramos que cuidar la relación para que el otro no quiera marcharse. Podemos perdonar incluso, o dejar la relación, pero en todo caso el infiel es siempre el responsable, y no podemos sentir que si alguien nos traiciona es porque valíamos poco o no hicimos bien las cosas.

La infidelidad es siempre muy dolorosa, pero no tiene por qué hundirnos para siempre, incluso no tiene por qué acabar con la relación en todos los casos. Preguntar al otro detalles sórdidos de lo que hizo, del tipo "¿disfrutas más que conmigo?", "¿cuántas veces lo hacíais?", solo causa más daño. Tendremos que elegir si estamos dispuestos a volver a confiar en el otro y si nos merece la pena apostar por la relación, incluso después de la traición. Hay veces en que se puede hacer de la crisis una oportunidad.

En todo caso, hay vida más allá de la infidelidad: tanto si uno decide seguir luchando como si elige dejarlo, siempre podemos volver a levantarnos, construir algo bonito, volver a confiar y a querer a alguien que merezca la pena.