La jodida tarea de desenamorarse de alguien con el que sabes que nunca tendrás nada

El otro día vi una de las películas de Crepúsculo. Sigue leyendo, este artículo no va a ser tan friki como parece. 

El otro día vi una de las películas de Crepúsculo. Sigue leyendo, este artículo no va a ser tan friki como parece. Vale, sigo. Vi el cuarto o quinto capítulo de la saga y descubrí lo que es la imprimación. Perdón si eres un megafan y crees que no soy fiel al argumento, pero por lo que yo entendí, cuando un hombre-lobo se imprima de alguien solo puede vivir por y para esa persona aquí viene explicado con más detalle. Es como su media naranja y cuando la encuentras no puedes imprimarte de nadie más en toda tu vida. Si a esa persona o cualquier tipo de criatura le pasa lo mismo al verte, precioso. Si no, vives puteado forever and ever porque, básicamente, no eres correspondido. Y eso es muy triste.

Me dejo de fantasías y vuelvo a la vida real. Enamorarte de alguien sin que sea recíproco puede convertirse en una tragedia. Sobre todo si te toca verlo a menudo. Si es un compañero de clase o de trabajo al que te tienes que comer todos los días con patatas ya ni te cuento. Cuando esto sucede desearías volver a la infancia, a los absurdos cuentos de princesas e imaginar tu final feliz con tu enamorado. Pero como eso es imposible, mejor tratar de superarlo con técnicas humanas a saber: psicólogo, alcohol o abrir los ojos y darte cuenta de que tu vida también es guay sin él/ella.

Lo peor es que cuando te pillas por alguien y tú para él eres una sombra o, peor, te planta en la friend-zone, lo idealizas. Hasta que se le escape un pedo te parece súper tierno. Es como cuando te dejan, que solo te acuerdas de lo bueno. En el caso del amor no correspondido tiendes a seleccionar sus virtudes y omitir sus defectos. No es borde, es introvertido, no es que no sepa cocinar, es que está siempre muy liado y no tiene tiempo, no viste fatal, tiene su propio estilo. Y así un largo etcétera.

Luego está lo del misterio. Ese runrún que hace que te pique la curiosidad por saber más de una persona. ¿Qué habrá hecho este finde?, ¿cómo serán sus amigos?, ¿y su familia? Cuando te tomas una copita con colegas y te dejas llevar por la emoción te surgen más incógnitas aún: ¿Cómo será en la cama?, ¿cómo será despertarse a su lado?, ¿qué estará haciendo ahora mismo? ¿y si le mando un Whastapp por si anda por aquí? La cosa puede acabar muy mal...

Sin duda, lo que te mata por dentro, es que por muy estupendo que te pongas cuando sabes que la vas a ver, por mucho que intentes "hacerte el interesante" ojo, aunque ya de por sí lo seas o por mucho que trates de que a ella se le despierte lo mismo que a ti, en tu interior sabes que eso no ha pasado ni pasará. Empiezas a cuestionarte, a preguntarte qué te falta para gustarle. Eres totalmente consciente de que no es que sea tímido y no se atreva a lanzarse, es que no quiere hacerlo. Devastador, porque en realidad no es que te falte nada, es que no se ha enamorado y punto. Pero sí, no negaremos que la impotencia de saber que nunca te irás con ella de vacaciones en plan pareja feliz, es frustrante.

Espiar sus redes sociales, criticar a sus parejas/ligues, tratar de darle celos... Todo esto puede aliviarte un poco, pero no obtendrás el resultado deseado. Acabará marchándose y tú con la duda de si habrá quedado con alguien y con el fastidio de que no se quede contigo. Siempre te quedará el consuelo de que puede caer algún polvo esporádico en un día de juerga, si es que compartes cervecitas con esa persona. Y si el mal persiste mucho tiempo, te confieso mi secreto: imagínatelo cagando. Y si puede ser, con diarrea.

Crédito de la imagen: Levi Walton