Un gigoló de lujo nos revela los secretos de la prostitución masculina

Su fotografía de presentación es la de un hombre en la treintena moreno y musculoso. Álex, un gigoló, nos lo cuenta todo sobre la prostitución masculina.

Su fotografía de presentación es la de un hombre en la treintena moreno, musculoso y vestido con smoking. Es Álex, un gigoló de alto estándar que desde hace tres años ejerce la profesión más antigua del mundo en Barcelona. Con 1,90 cm de estatura y 100 kilos de peso, según su perfil en Álex, este argentino se define como “una persona elegante”, “exigente con el cuerpo” y “con un nivel cultural perfecto para cualquier momento que se requiera”. Al otro lado del teléfono, Álex nos explica por qué algunas de sus clientas están más que dispuestas a pagar entre 150 y 3.000 euros —dependiendo de si se trata de una hora o una noche o el fin de semana entero— por sus servicios. “Ante todo tengo que decir que soy un profesional muy selectivo. No acepto cualquier clienta e intento crear una conexión con ellas desde el primer momento”, cuenta. Al parecer, en la mayoría de los casos, sus encuentros comienzan con una copa en algún lugar selecto de la ciudad.

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Así es como Álex se presenta en su perfil de una conocida página de contactos.

“En el momento en el que nos estamos conociendo hago patente que cuento con la educación y elegancia necesarias ya que, a veces, incluso realizo viajes junto a ellas. Ya en el momento íntimo, suelo recurrir a mi don de la palabra y habilidad con el masaje para que se relajen y comiencen a disfrutar”, relata Álex quien recuerda que el paso de la copa a un lugar íntimo dependerá del perfil de la clienta: “las hay que necesitan su tiempo para confiar y otras que van directas al sexo”.

De hecho, el perfil de sus clientes es tan variado tanto sexual como geográficamente. “Por mi aspecto más latino suelo tener bastantes clientas extranjeras. Muchas veces son de Suiza o países del norte de Europa pero también tengo muchas españolas, evidentemente. Eso sí, no suelo trabajar con mujeres que superen los 40 años”, especifica rompiendo en cierta manera los estereotipos sobre turismo sexual y dando a entender, una vez más, que solamente acepta trabajar para mujeres que le exciten sexualmente.

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Volviendo a ese sugerente masaje en el hotel o apartamento del cliente, nuestro gígolo resalta la importancia de actuar con contundencia y, a la vez, total delicadeza. “Cuando comienzo a tocarlas y besarlas voy sintiendo su respiración, su reacción al tacto y su grado de sensibilidad. Si noto que están preparadas utilizo mi lengua o mis dedos con más o menos intensidad”, dice. Según su experiencia, “muchas de las clientas necesitan más estas caricias y conversar con un hombre que la penetración”.

Sin embargo, también hay clientas que optan por algo más hardcore desde el inicio. “Hay mujeres que no disponen del tiempo y lo tienen todo claro. Entonces vamos directos a la habitación y follamos. El sexo puede durar una hora o varias, dependiendo de si llegan rápidamente al orgasmo, si son clitorianas o si piden más repertorio”, asegura Álex, y añade: “Cada una se corre a su manera y es todo un mundo, por suerte llevo años en esto y siempre sé cómo actuar para complacerlas”.

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“Hay muchas mujeres que prefieren correrse mientras las masturbo y les chupo los pezones antes de iniciar la penetración, a otras les gusta que les ate o que les palmee el trasero durante el sexo. Esto no me supone un problema porque soy muy dominante”, resume el escort que, en ocasiones, también se ha encontrado bajo las órdenes de una mujer dominante e, incluso, de su pareja masculina que hace las veces de voyeur. “Yo al hombre no lo toco, pero sí que trabajo con parejas heterosexuales”, admite.

Pero Álex no es un prostituto al que le guste recibir órdenes. Como cuenta, hace algún tiempo probó suerte en la industria del porno al presentarse a algunos cástings en conocidas productoras y entendió rápidamente que no era algo para él. “Cuando estás filmando tienes 30 cámaras alrededor y gente diciéndote lo que tienes que hacer a cada momento. Además, tienes que acabar las veces que ellos te digan y eso es un problema si la chica no te pone”, apunta.

Al igual que ocurre en el porno, un tema recurrente en su trabajo es el de las enfermedades de transmisión sexual ETS. “Hay gente que tiene mucho miedo a la hora de hacer el sexo oral sin preservativo y me pregunta si me cuido pero, evidentemente, uno lleva un tiempo en el negocio, se sabe cuidar y toma todas las precauciones lógicas. Me tomo mis controles muy en serio y siempre llevo mis papeles que lo acreditan”.

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Otro asunto que siempre acaba por surgir, sobre todo en el primer contacto, es el del tamaño del pene. Sobre este asunto nuestro gigoló no se avergüenza: “nunca me lo he medido pero jamás he tenido una queja”. Es más, asegura que en más de una ocasión su profesionalidad ha provocado reacciones de lo más húmedas en sus clientas: “Más de una clienta a comenzado a expulsar líquido cuando llegaba al orgasmo, creo que le llaman squirt. Suele pasarme cuando consigo que realmente se relaje y se deje llevar”.

Finalmente, Álex revela su mayor secreto profesional: cómo es capaz de estar varias horas practicando sexo o con varias clientas en un día aunque en su caso suele espaciar más los encuentros. “Generalmente intento no eyacular varias veces por día, más que nada porque no podría mantener el nivel de ejercicio físico que me gusta llevar. Así que muchas veces finjo el orgasmo cuando ella está corriéndose”, confiesa alegando, además, motivos psicológicos.

“Hay clientas que se molestan si detectan que tengo un bajón en la erección o estoy cansado porque he eyaculado recientemente. El tema de hacerles ver que estoy muy excitado y que alcanzo el orgasmo con ellas les reconforta psicológicamente y les hace sentirse deseadas. Su satisfacción debe ser tanto mental como física”, concluye Álex con la franqueza que le caracteriza. Al final, es esa misma naturalidad y capacidad de empatizar la que, más allá del físico y sus capacidades, seduce a sus clientas. Al menos eso dice él.