La explicación científica de por qué sientes mariposas en el estómago

Sentir mariposas en el estómago suele relacionarse al amor o a un estado de nervios muy intenso, pero en realidad no es más que un proceso mecánico.

Estás a cinco minutos de la entrevista para el trabajo de tus sueños. O a punto de presentar tu trabajo de fin de carrera. O a punto de conocer a ese match de Tinder con el que llevas tanto tiempo hablando y que tanto te gusta. Tu habitual seguridad y resolución desaparecen, colmando de estrés tu mente y provocándote una sensación fisiológica muy conocida y perturbadora: una breve pero notoria agitación que asemeja el aleteo de mil mariposas en tu estómago. Culpas a los nervios, a la presión, a la tensión. Pero aunque el detonante sea de carácter psicológico, hay una explicación biológica y física mucho más precisa detrás de todo este fenómeno.

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Según Bradley Elliot, doctor en fisiología en la Universidad de Westminster, la clave reside en el sistema nervioso, en concreto en el sistema nervioso autónomo o neurovegetativo, así lo explican desde Discover Magazine. Gracias a este, nuestro cuerpo realiza actividades esenciales sin necesidad de que pongamos nuestra atención o voluntad en ello. Algo así como un héroe o heroína en la sombra, ya que la vida tal y como la conocemos sería impracticable si tuviésemos que dedicar todo nuestro esfuerzo mental a regular nuestra frecuencia cardíaca, regular nuestro flujo sanguíneo, sudar o distribuir los nutrientes por todo nuestro organismo. Cualquier despiste nos saldría muy caro.

Este sistema, sin embargo, contiene un secreto: está formado por dos subsistemas que se oponen entre sí. Por un lado, contamos con el sistema nervioso parasimpático, activo cuando estamos relajados. Por ejemplo, mientras lees este artículo, y a menos que lo hagas durante la clase de crossfit, el sistema parasimpático está al mando, disminuyendo tu frecuencia cardíaca, destensando tus músculos y permitiéndote sentirte de lo más cómodx. Por otro lado, contamos con el sistema nervioso simpático, que se activa en cuestión de milisegundos, segregando adrenalina y cortisol, cuando estamos en peligro o cuando tenemos un orgasmo.

Es aquí, en esta alternancia entre el sistema nervioso autónomo parasimpático y el sistema nervioso autónomo simpático, explica el doctor Elliot, donde localizamos la razón exacta de ese aleteo de mariposas que experimentamos ante una gran cita o cuando estamos frente a un nuevo amor. Así, ese estado de incertidumbre y preocupación que nos provoca es interpretado por nuestro organismo como una situación de peligro, como un evento que requiere de una respuesta fisiológica que lo prepare para pelear por la supervivencia. Entramos entonces en el ‘modo de lucha o huida’. El sistema simpático toma el mando.

Esto provoca que buena parte de la sangre que había en nuestro intestino y en nuestro estómago se desplace hacia los músculos de los brazos y de las piernas, esenciales tanto para el combate como para correr despavoridos de cualquier amenaza a la que no podamos hacer frente. Esto, que resulta fundamental para conservar la vida, tiene efectos secundarios en otras partes de nuestro cuerpo: la retirada de sangre del sistema digestivo ralentiza intensamente el proceso mismo de digestión. Y es que nadie querría que el cuerpo andase ocupado deshaciendo alimentos y absorbiendo nutrientes mientras se juega la vida.

Tal y como explica Bradley Elliot, los músculos que rodean al estómago aminoran la mezcla de los alimentos parcialmente digeridos y los vasos sanguíneos de esta región se contraen, reduciendo el flujo sanguíneo y aportando, por tanto, menos oxígeno al proceso. Nuestro estómago reconoce esta escasez de sangre y oxígeno a través de sus nervios sensoriales, y protesta la situación enviándonos ese hormigueo característico que algunos llamaría ‘aleteo de mariposas’. En ocasiones el hormigueo puede venir acompañado incluso de náuseas.

Pero, además, la liberación de la adrenalina que trae consigo la activación del sistema simpático tiene dos efectos simultáneos: contrae la pared intestinal para retrasar la digestión, y al mismo tiempo relaja un músculo intestinal conocido como esfínter anal externo. Si alguna vez, y con toda probabilidad que sí, has sentido la imperiosa necesidad de ir al baño minutos o incluso horas antes de afrontar una situación delicada que te traía de los nervios, ya sabes el motivo exacto. Resulta curioso que nuestro cuerpo reaccione igual ante una amenaza física que ante alguien que queremos. O no, al fin y al cabo, a veces el amor es sobrecogedor, ¿verdad?.

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